Reflexión inocente
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Como corresponde al día de
hoy, 28 de diciembre, día de los inocentes, es apropiado contar historias que
resulten en sustos o angustias, o bien, en grandes alegrías y posteriores
desilusiones. Al menos esa era la costumbre hace unos cuantos años: ¡Te ganaste
la lotería!
¡Se
murió Fidel!
¡Descubrieron
petróleo en el lago de Valencia!
¡Se
alzaron los cadetes…!
Y...
, luego: "Já, já, caíste por inocente".
Hoy,
aparte de la poca alegría que como pueblo creyente hemos mostrado en estas
navidades, también estamos cortos de imaginación y, por supuesto, sentimos que
la cosa no está para chistecitos. Hacer regalos, este año, resultó una tarea
casi imposible, no solo por lo caro, también por la carencia de dinero contante
y sonante, o sea, efectivo. A veces hubo solo lo justo para el mercado y sin
poder darle una propina al muchacho que lleva las bolsas, por la falta de
dinero, casi absoluta, en los cajeros. O sin poder pagar al contado porque la
tienda no aceptaba billetes de cien bolívares fuertes. Hasta los mesoneros lo
han pasado mal, nunca habían tenido menos propinas que ahora.
Hoy,
miércoles 28, amanece la noticia de que el obsoleto y periclitado comunista,
capataz del gobierno de Venezuela, volvió a cambiar la fecha de validez última
del billete de cien bolívares fuertes. Ahora servirán hasta el 31 de enero de
2017. De las 72 horas perentorias y finales, al fin de esa semana y después
hasta el 2 de enero. Y ahora, lógico, hasta el fin del mes. Nunca un plazo
definitivo ha sido ejecutado tantas veces de forma diferente, por razones
distintas y con tanta plasticidad y acomodo a las metidas de pata de sus
ejecutores.
Total,
que parece que seguiremos teniendo billetes de cien para tirar para el techo y
regocijo del capataz, que los cela con tal pasión, que no quería que nadie los
tuviera. Pero, dada la fecha de hoy y las ínfulas religioso-esotéricas del capataz:
¿No será una patraña más?
Sea
lo que sea, lo que sí está claro, clarísimo, es la incompetencia generalizada
del estamento administrativo del Banco Central de Venezuela. La impulsividad
irracional y desconsiderada del Jefe del Estado y la impávida pasividad del
pueblo, que ve suceder ante sus ojos la destrucción de su Nación y permanecen,
quietos, espectadores del espectáculo más ruin y lamentable que jamás vieron ni
verán. Testigos de un derrumbe de proporciones ciclópeas, protagonistas del
rebaño más grande de sacrificables ofrendas a una de las más absurdas falacias
humanas: el socialismo del siglo XXI.
Eso,
en cuanto al día de los inocentes. Pero, que no caiga nadie por inocente, todo
es una trampa…