Fantasía delirante
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Siguiendo con algunos de los fascinantes temas de la
psicopatología que tienen que ver con la convivencia ciudadana y la política,
me parece adecuado y muy pertinente, dado el torrente de emociones que han desatado
la eliminación del revocatorio, el triunfo de Trump, la muerte de Fidel, la
masacre de barlovento, el fatal accidente de los futbolistas brasileños, los
enormes incrementos de la inflación y del precio del dólar, y la agónica
paralización del diálogo, mencionar la actitud que es generada por la fantasía
y por el delirio, cuando van juntas. Situación frecuente en la historia del
mundo.
Pues sí, apreciado lector, la fantasía delirante, que es en
realidad un paso más allá de la fantasía y un pasito menos que el delirio
franco es, sin embargo, una situación límite entre la locura delirante y la
imaginación desbordada, rica y productiva. Esta última correspondería,
gráficamente, a un cuadro de Dalí o de Picasso y la locura delirante a una
descripción ilustrada de personajes y sucesos inexistentes, cuya visión es
exclusiva para el desquiciado que la narra o la ve, la escucha y la padece.
Estas situaciones mentales, tan llamativas como dolorosas y tan
difíciles de curar como lentas en su evolución, son a veces impuestas a las
vidas de muchas personas por situaciones de excesivo estrés, tensiones
insoportables, esperas interminables, resultados inesperados y maltratos
recibidos o esperados de personas sin conexión aparente o posible con sucesos
sorpresivos y generadores de malestar e insatisfacción insuperables o fuertes
sentimientos de frustración. Pues bien, así nos encontramos muchos habitantes
de esta tierra de gracia. Compartimos la angustia, el desagrado, la impaciencia
y la frustración. Nuestro malestar nos lleva a vivir fantasías irrealizables y
ello, a su vez, a padecer y mostrar actitudes exigentes, fantasiosas y que
pueden llegar a ser delirantes, es decir, fuera de lo esperado como adecuado,
sano, prudente, respetuoso y estimulante, convirtiéndonos entonces en injustos
jueces de aquellos semejantes que han asumido, en nuestro nombre, nuestra
defensa y la lucha por nuestros intereses más generosos y sublimes desde el
punto de vista social y político. La consecuencia es la crítica acerba,
corrosiva y descalificadora de aquellos personajes que hemos encargado de esa
responsabilidad y a quienes no estamos dando el voto de confianza y apoyo que
ellos necesitan y se convierten entonces en las víctimas propiciatorias de unos
y otros. Al final somos todos contra ellos. Los buenos, los malos, los
mediocres, lo que saben, los que no saben, los que quieren y los que no
quieren.
Total, desilusión de los mandantes, frustración de los enviados y
fracaso de las gestiones debido a la fantasía delirante de lograrlo todo ya,
sin dolor alguno, según un único e inmodificable gusto personal. La MUD
necesita apoyo irrestricto, constante. El fracaso para ellos no es una opción y
tampoco debe serlo para nosotros. Apoyar y soportar su esfuerzo, con pasión;
defenderlos y mostrarles confianza, son las claves del éxito. Lucir separados,
disgustados, insatisfechos y retirarles nuestro apoyo, es el error que el
adversario espera que cometamos. Es mostrar la división que nos puede arruinar.
Lo contrario, la solidez y la confianza con apoyo personal y grupal es la
receta de la seguridad en el rol de negociador.
Si vamos a fantasear, a imaginar cosas para el futuro, hagámoslo
optimistamente, positivamente, con la esperanza por delante, no juguemos al
fracaso porque una fantasía delirante que nos pasó por la cabeza, opacó y nos
impidió ver el futuro soñado.