Némesis
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(Artículo
de opinión publicado en el diario El Nacional (http://www.el-nacional.com/opinion/Nemesis_0_917308509.html),
el viernes 9 de septiembre de 2016)
Hay muchos conceptos que, aún
siendo básicos en los lenguajes que dieron origen al idioma español, como el
griego, el latín y algunos otros más ibéricos, han, sin embargo, casi
desaparecido del lenguaje en uso corriente. Némesis es uno de esos términos.
Hoy, más que nunca, es necesaria la justiciera sanción que en tantas obras del
teatro griego se aplicaba a aquellos personajes cuya conducta era o devenía en
ser soberbia, insolente, insultante, transgresora y desprendida de la reglas no
escritas de la convivencia, la empatía, la compasión y la justicia. Ese castigo
divino, esa némesis, debía ser consistentemente disuasoria de tales conductas
narcisista y antisociales.
Por supuesto, una cosa es una
obra de teatro y otra la realidad, aunque los “teatros” montados por los
personajes que merecen esa némesis, suelen ser más fantasiosos, irreales e
imposibles que las propias obras de la prolífica imaginación de Sófocles, Esquilo
o Píndaro. También historiadores como Herodoto, filósofos como Platón y
Aristóteles, aportaron sus apreciaciones a este tema. Desde entonces, poco se
ha avanzado en esa dirección, llamémosla moral, y mucho en la normativa
racional, legal.
Recientemente, hubo un
resurgimiento del tema a propósito de las investigaciones del Profesor de
Psiquiatría J. Davidson (Universidad de Duke) y D. Owen (médico y ex ministro
británico), quienes en 2009 publicaron un artículo en la revista médica Brain sobre
el síndrome de Hibris, que es la palabra griega que define a esas personas que
reúnen las características que mencionábamos al principio y que las harían
entonces merecedoras de la némesis, o sea de un castigo divino.
Por supuesto que este no es el
lugar para discutir profesionalmente la pertinencia del citado síndrome, pero
si es una ocasión importante, que no debe desperdiciarse, para transmitir a las
personas que observan y padecen los embates desconsiderados de estos
personajes, que se trata de acciones individuales y por ellas es que debemos
calibrarlos, no por sus resultados o consecuencias, ya que tales eventos son
manipulables. Es el comportamiento lo que merece la sanción. Hay némesis
diversas. La imaginación del individuo y del colectivo puede y debe elaborar
una. El cacerolazo es válido. El revocatorio es válido. La pita, el ostracismo
y el olvido social, político e histórico, son otras. Pero, en ningún caso, debemos
permitir la continuidad del maltrato que estas personas infligen en los demás.
Sus actos de disociación de la
realidad son evidentes, su arrogante incapacidad de variar su comportamiento,
aun en presencia de pruebas y eventos irrefutables, su terquedad, su
insolencia, la seguridad de su mesianismo y el desprecio por otras opiniones y
personas, así como su exposición como modelo ético, político, ciudadano y
espiritual; su ceguera y sordera selectiva; su lenguaje paternalista,
obviamente distanciado de las realidades de sus oyentes y la continua evitación
de los temas de interés primordial para el público; su imprudencia e
intemperancia y, por último, esos arrebatos de irritación con manifestaciones
agresivas verbales y físicas. Todo un caso severo de “Hibris”, que ciertamente
merece algún tipo equivalente de Némesis y se lo van a dar. Se lo ganó. Otros,
como él, también merecen el olvido y peor, pues ya son demasiados años de
padecer la hibris de tantos personajes.
Haga, lector, su propia lista y
verá que son muchos.