Todo está claro
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(Artículo de opinión
publicado en el diario El Nacional (http://www.el-nacional.com/alvaro_requena/claro_0_926307421.html),
el viernes 23 de septiembre de 2016)
Las cosas en el país están muy
mal. El mundo entero lo sabe y hasta los no alineados se escurrieron.
Impresiona la estrategia
gubernamental y sus muchos cambios tácticos, que han resultado en conseguir lo
que, obviamente, fue planificado: instalar una dictadura marxista-leninista. Muchos
pensamos que no podrían hacerlo, les ha costado bastante, pero ahí está:
dictadura ad hoc.
Entre las cosas que podemos
aspirar los ciudadanos estaba revocar al Presidente y así lo decidimos, pero él
ya se lo había barruntado y tenía que modificar estratégicamente la situación
para convertirla en apenas la molestia de cambiar de uno a otro Presidente del
mismo palo, del jefe al Vice-Presidente, por tanto no sería en 2016 y sí podría
ser en 2017. El CNE de forma exitosa lo ha venido consiguiendo y de paso ha
cambiado su meta, ahora no son un órgano electoral al servicio del pueblo.
La Asamblea Nacional, que tantas
esperanzas nos infundió en el momento de elegirla con la pasión que lo hicimos,
se encontró de repente con que era una Asamblea que, según el más alto tribunal
de la Nación y el propio Presidente de la República y sus asesores, no
representa a nadie y sus actos son írritos y por tanto nulos. Ergo, no sirve.
Hoy, para mi, está cada vez más
claro que Maduro no ganó la presidencia, se la dieron, que los jueces del TSJ,
no merecían estar allí, los pusieron, y que las Rectoras del CNE deberían estar
presas. El panorama se aclara cada vez más. Es obvio que es poco lo que cada uno
de nosotros puede hacer, pero mientras sigamos viendo la situación como un
problema individual, personal, electoral, seguiremos igual o peor.
La Constitución y las Fuerzas
Armadas, contenido y defensor de los derechos de los ciudadanos, ya no son
tales. Las leyes no se aplican y el órgano para legislar ha sido descalificado
y es inoperante. Los organismos públicos para mantener el orden y asistir a la
justicia, han devenido en órganos de opresión y represión. La cárcel es la
respuesta obligada de la paranoia y la inseguridad gubernamental. La ley es
letra muerta.
Por el lado de la oposición, es
notoria la crítica acerba y disociada de la realidad, casi totalmente
influenciada por los arteros planteamientos del oficialismo y algunos de sus cómplices
como Zapatero, que jugando a las hadas madrinas y a mediadores impolutos,
terminaron siendo piezas claves en la dilación, distracción, disimulo y engaño
a la aspiración de la oposición.
Agredir verbalmente y
descalificar a las personas que dan la cara por los planteamientos de la
oposición, es decir, aquellos que trabajan con y para la MUD, es muy fácil.
Según esas críticas Timoteo es más culpable y malo que Barrabás. Zapatero es
tan limpio como Pilatos y Almagro, Chuo y Capriles son los trasuntos de Caifás.
Tergiversar es la orden del día, siempre lo fue desde los inicios del chavismo.
La verdad no ha resplandecido nunca, se intuye, pero no se ve. A esos
personajes que denigra la cultura criticona apoltronada y temerosa de salir a
la calle, hay que decirles que su esfuerzo no ha sido en vano, que lo terrible
del predicamento en que se incluyeron para tratar de ayudar a resolver una
situación tan absurdamente trancada y obtusa, era que pasara lo que pasase,
siempre iban a quedar mal ante muchos eternos descontentos que hacen ruido.
Solo una actitud común, definida,
seria, firme y de carácter definitivo puede detener esta debacle nacional. La
calle es la respuesta. La paralización total del ciudadano ante el ejecutivo,
la resistencia pacífica imperturbable y constante, la negatividad pasiva. La
demostración constante de que hay temor, miedo y aprehensión ante todo lo que
sea oficial, pero que a pesar de ello seguimos adelante con la decisión de que
se retiren del gobierno, se vayan, se fuguen, se exilien o se entreguen a la
verdadera justicia ordinaria respetuosa y garante de la Constitución. O sea…