¿Arco Minero, arco de triunfo? (II)
(Artículo de opinión
publicado en el diario El Nacional (http://www.el-nacional.com/opinion/Arco-Minero-arco-triunfo-II_0_901709962.html),
el sábado 13 de agosto de 2016)
En esta segunda entrega de mi
apreciación de los efectos de las acciones de los humanos sobre la ecología, en
todos sus niveles, me ocuparé de las corporaciones privadas.
Ya hablamos de las
responsabilidades individuales y del daño o maltrato a las sociedades y nos
centrábamos en los terroristas, como epítome de tal aberración conductual. Hoy,
también hablaremos de las mismas responsabilidades individuales, de aquellos
que permiten, encubren o se hacen la vista gorda y los oídos sordos y, a través
de sus cargos en muy poderosas y conocidas empresas locales o internacionales,
evaden las leyes y por ende la responsabilidad que, en justicia, deben
afrontar.
En una breve pero intensa búsqueda
por internet, aparecieron tal cantidad de empresas y personajes responsables de
hechos punibles contra el ambiente y las personas que, los terroristas
mencionados antes, resultan ingenuos querubines en cuanto a la sevicia y
manipulación del maltrato de que fueron capaces.
Algunos ejemplos son
demostrativos de lo dicho, aunque no sean los peores: las “donaciones” de productos
farmacéuticos a países que estuvieron en conflicto o ruina, como el caso de
Bosnia, donde los medicamentos donados estaban vencidos y, además, los bosnios
tuvieron que pagar fortunas para disponer sanitariamente de ellos y no
perjudicar la población. Alguien, en alguna compañía farmacéutica importante había
“descubierto” que donando masivamente sus productos vencidos, se quitaban de
encima el problema de almacenaje y destrucción, sin importarles quienes
recibirían esos desechos. Causaron así un beneficio a su corporación y un
perjuicio de salud y económico severo al país receptor.
Finalmente, la Organización
Mundial de la Salud y otras once instituciones internacionales, tuvieron que
emitir una guía de donaciones de medicamentos para acabar con esa práctica. Tales
donaciones no trajeron consecuencias ni al autor creador del disparate ni a la
corporación que limpió sus almacenes.
En otro orden de asuntos, e
igualmente terrible, se encuentran los ecocidios llevados a cabo con plena
conciencia y abyecto interés, por parte de las compañías productoras de papel y
la tala de arboles y destrucción de bosques en el amazonas y otros lugares. Más
llamativos aún, son los actos referidos a las corporaciones mineras de todo
tipo y principalmente de las petroleras.
El caso de las comunidades
indígenas ecuatorianas que demandaron colectivamente a la compañía Chevron
(dueña de Texaco, que explotó el petróleo en Ecuador en las décadas del sesenta
y setenta), por haber maltratado sus tierras con derrames de petróleo y
acciones destructivas, que las dejaron casi inútiles para la agricultura, la
caza y la pesca amazónica tradicional. Por 9 mil millones de dólares demandaron
los indígenas a Chevron y en septiembre de 2015 ganaron la demanda en Canadá.
Tendrán ahora que ponerse de acuerdo para que, con los activos de la petrolera,
se compense económicamente a los demandantes, después de más de cuarenta años.
La justicia llega, tarde y
enrevesada, a veces, pero llega y cada vez lo hará antes, pues hoy está claro
que los desastres contra el planeta y la humanidad, al final, ni prescriben ni
son solo juzgables en el lugar donde ocurrieron. Canadá le brindará a esos
seres maltratados una compensación merecida y a la humanidad un aviso de que para
los ecocidas, no hay donde esconderse, ni les protegerá la corporación.
Al final, las responsabilidades
serán, como debe ser, individuales y será motivo de auto crítica y transparencia
social, legal y económica, que cada una de esas empresas y sus accionistas,
enterados del desastre que cohonestaron, busquen y castiguen con la ley, como
debe ser, al administrador culpable que generó tal desafuero y también
reconozcan, a su vez, su complicidad .