Inflación lexicográfica e índice de gobernabilidad
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(Artículo de opinión publicado en
el diario El Nacional (http://www.el-nacional.com/opinion/Inflacion-lexicografica-indice-gobernabilidad_0_883711749.html),
el viernes 15 de julio de 2016)
Se ha hecho costumbre en la Venezuela politizada decir y repetir, por parte del sector minoritario oficialista, frases denigrantes, descalificadoras e insultantes, o llenas de falsedades y tergiversaciones. El engaño, o mejor dicho, el pretender engañar, es lo que está detrás de ese lenguaje y hacer sentir inferior al opositor es el motor principal tras la frecuencia de su uso.
Se han puesto de acuerdo casi todos los mandamases locales.
Aunque no usen las mismas palabras, sin embargo su intención es la misma.
Veamos algunas de esas frases, según las recuerdo (no
mencionaré a los autores):
— Las colas se forman porque ahora la gente tiene más
dinero para comprar.
— El problema es que la gente toma demasiadas medicinas.
— Con las protestas y manifestaciones perturban el derecho de
los vecinos a una vida tranquila.
— Internet es más lento porque se ha democratizado el
servicio.
— Quienes cruzaron la frontera en el Táchira fueron a Colombia
a divertirse.
— Hay que rendirle cuentas al país y mostrarle al país los
milagros que ha hecho la industria militar.
— Me siento más seguro en Washington que en Venezuela.
— Todo está excesivamente normal.
— En Venezuela hay de todo, no falta nada.
Etcétera. Frases que cuando menos denigran y en el peor de
los casos ofenden, pero de ninguna manera enaltecen ni estimulan al ciudadano.
Hay muchas más, miles, y se pueden agrupar por autor y de
cada uno hacer una larga lista, tal como se encuentran en internet.
¿Por qué estas personas, que se suponen inteligentes y
mortificadas por el país, que en algunos casos han entregado sus anhelos y
esperanzas a la revolución, son capaces de tal ignominia al referirse a sus
conciudadanos?
Francamente, no tengo respuestas para eso, excepto la
apreciación de la rabia de quién no sabe perder, el temor de quién no quiere
afrontar electoralmente al pueblo y la descalificación sistemática como medio
para fomentar la frustración, el desespero, la impaciencia y la futilidad de la
lucha contra el opresor o el mandamás empoderado con las armas, las leyes
torcidas a su favor y la manipulación chantajista de los procesos electorales.
La situación del país empeora por momentos. Si hubiese un
medio para medir la inconformidad, la infelicidad, la desesperanza, la rabia,
la sensación de injusticia y de engaño y la mínima credibilidad que detenta el
gobierno, tal y como se mide la inflación o el índice de precios al consumidor,
estarían en paralelo y por cada punto de inflación se tendría igualmente un
punto para el índice de desfavor gubernamental, y mientras más altos ambos
índices peores situaciones nos tocaría atravesar, pero a más bajos índices
mejores perspectivas para la economía, las finanzas, la sociedad, la política y
el gobierno en general.
La muy alta inflación puede hacer cambiar los precios en
horas, días o semanas. ¿Y porqué no el gobierno?