Llueve
(Artículo de opinión
publicado en el diario El Nacional (http://www.el-nacional.com/alvaro_requena/Llueve_0_833916663.html),
el viernes 22 de abril de 2016)
Mientras escribo, no para de
llover. En las últimas 36 horas ha llovido 30. La calima se quita por momentos,
pero los edificios lejanos y las montañas no se vislumbran.
Gracias a Dios hoy no hemos olido
a quemado ni visto caer cenizas, como los días anteriores. ¿Suerte para el
Ávila? Lo dudo, después de chaparrones semejantes en 1999, vinieron los
deslaves.)
Hoy se desbordó la quebrada de
Anauco, tal como en 1999, al día siguiente de las elecciones. Fui testigo y víctima,
pues mi auto fue arrastrado por el agua de la quebrada en San Bernardino y fue
por las inmundicias y escombros que habían en la calle, que permitieron que las
ruedas tocaran algo sólido e hicieran saltar el auto hacia delante entrando,
precipitadamente, en una calle empinada, pude entonces continuar viaje y no
perdí mi auto ni la vida, como pasó con algunos conciudadanos ese día y los
posteriores.
Los sucesos citadinos causados
por el agua desbordada son, en gran medida,
prevenibles.
El agua es buen motivo para la
crítica a los gobiernos y los gobernantes. En Madrid, en 1889, se estreno una
zarzuela en un solo acto “El año pasado por agua”, que no solo hacía referencia
a los muchos y continuados chaparrones del año anterior, bisiesto, sino que,
además, en diversos cuadros ridiculizaba al gobierno y a los sucesos políticos,
que habían traído la represión y encarcelamiento para algunos opositores. Había
sido un año muy movido, los levantamientos en las minas en Huelva, la exitosa Feria
Universal de Barcelona, las peleas entre anarquistas y guardias civiles, la
fundación del sindicato de obreros socialistas (UGT), la primera convención del
PSOE, la finalización de la
internacional socialista en España, las acusaciones de ineptitud a militares y
gobernantes por las pérdidas de colonias de ultramar y la enorme pobreza que
hacía estragos en la administración y en el pueblo.
La obra comienza con un canto
infantil: “Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva.” Canto que de pura
efectividad se convierte en desgracia por la cantidad de agua que cae. Más
adelante aparecen “República” que dice a “Emigrado”: –¡No seas imprudente! ¡No
me atormentes más! ¡Mira que si te prenden no te veré jamás! Y los “Esbirros” que andan por ahí, dicen:
–Vamos a dar la vuelta, vamos andando con precaución, a ver si en nuestras
manos cae ese infame conspirador.
Aquí, hoy, los esbirros andan en
lo mismo.
El agua no es el problema
principal, como no lo fue en la España de 1888. Lo esencial es la imprevisión,
la negligencia, el rezago en el mantenimiento y modernización de equipos y
sistemas. Ya tenemos claro que agua sí hay, pero la generación eléctrica es
máxima con los mínimos y muy desgastados equipos. Viene la debacle. Lo mismo
pasa con el petróleo, que tiene cada vez menos equipos funcionales y menos perforaciones nuevas, mientras aumenta exponencialmente
el costo de exploración, mantenimiento y reposición.
Entretanto, el gobierno se
preocupa de cosas banales y problemas de comadres en sus peleas con la
oposición. El insulto sustituye al reconocimiento y al propósito de enmienda.
La defensa del cargo, amenazado por su propia estulticia, es la meta política a
lograr, aun en contra del clamor popular.
Venezuela arde cada día más y el
agua que cae y caerá no apagará ese fuego y contribuirá a que el barro, la
inmundicia y los escombros acumulados en 17 años de ineptitud e injusticia,
vayan a la cloaca máxima del destino.