Prestigiadores
(Artículo de opinión
publicado en el diario El Nacional en la
página 7 y en la web (http://www.el-nacional.com/alvaro_requena/Prestigiadores_0_783521872.html),
el viernes 29 de enero de 2016)
No hace falta ser estudiado para adquirir fama y prestigio, pero de
acuerdo con las diversas acepciones de la palabra prestigio, este no siempre se
refiere a acciones ejemplares y meritorias, dignas de encomio e imitación. En
muchas ocasiones el prestigio adquirido por unpersonaje puede ser el resultado
de su ascendiente, influencia o autoridad, que ha devenido en “Engaño, ilusión o apariencia con que los
prestigiadores emboban y embaucan al pueblo”, (RAE-DLE, 23ª ed. 2014).
Tomando en cuenta que los seres humanos aprendemos por imitación la
mayor parte de nuestras conductas y las pulimos y adaptamos por las
experiencias adquiridas, es posible concluir que los modelos a imitar, mientras
más se acerquen y representen nuestras costumbres, principios morales y valores
éticos, serán mirados y atendidos como paradigmas y fomentaremos su influencia
en la educación y crianza de nuestros hijos.
Pero las confusiones también surgen en la sociedad y las limitaciones
culturales de la falta de educación y el poco énfasis en el mantenimiento y
fomento de principios y valores, así
como la propagación de actitudes contrarias a las buenas costumbres, los
principios religiosos y la solidaridad y justicia social, pueden convertir a
personas de conducta desviadas en modelos imitables.
Latinoamérica ha sido testigo de excepción de personajes con influencia
desmedida en la población, aunque su conducta fue delincuente, criminal y no
debió ser digna de ser imitada. Capos del narcotráfico, por su poder,
agresividad y desplantes autoritarios, llenaron las páginas de diarios, las
pantallas de la TV y las mentes e ilusiones de muchos jóvenes que, por la
imitación, creyeron o creen, que lograrán ese efecto de fama, riqueza,
impresión y “prestigio”. Algunos como Pablo Escobar y “El Chapo Guzmán”, seguirán por mucho tiempo
en el imaginario colectivo como seres controvertidos y modelos a imitar por
muchos. Tristemente.
En Venezuela también tenemos modelos execrables por la sociedad y la
justicia e imitables por las juventudes desposeídas e incultas. Pero, además,
tenemos un ingrediente maligno entre tanta maluqueza social: el apoyo de las
personas que regentan instituciones de tipo social, judicial y político, que,
sin respeto alguno por la sociedad que les vio nacer y que clama por seriedad,
compasión y justicia, se han prestado a la protección de corruptelas y
corruptos, del tráfico de drogas, del secuestro, de la guerrilla armada y la
proliferación de la criminalidad protegida dentro de las cárceles, que además
ha mostrado un despliegue de fuerza con armas de guerra de alta potencia, que
ni los guardianes tienen. Ese problema tiene años y ha sido conocido por todo
el mundo, pero ahora con la muerte y el subsecuente entierro del prán “Conejo”,
tal desafuero se ha convertido en una realidad infamante y vergonzosa.
La falta de autoridad orientada a la justicia social y defensa de la
sociedad y del individuo, en este país, solo es comparable con la desidia
malintencionada, morbosa y catastrófica, que ha mostrado el gobierno con la
salud de los venezolanos, privándolos de los más elementales y necesarios
medicamentos e insumos médico-quirúrgicos, bajo el prejuicio injusto y
maltratador de que los venezolanos consumen demasiados medicamentos.
Los extremos siempre son perjudiciales y la permisividad con los
criminales y otros delincuentes es tanto o más grave que la restricción al
acceso de los medicamentos y por tanto a tratamientos exitosos.
Pobre Venezuela, entre pranes, imitadores, corruptos y políticos
prejuiciados, estamos perdiendo nuestra juventud y nuestra salud.