¡Crisis de verdad, verdad!
(Artículo de opinión
publicado en el diario El Nacional (http://www.el-nacional.com/alvaro_requena/Crisis-verdad_0_775122610.html),
el viernes 15 de enero de 2016)
Con la venia del diccionario de
la RAE (23ª edición, 2014) y sin más preámbulos, me permito copiar las acepciones
de “Crisis”:
1. Cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una
situación, o en la manera en que estos son apreciados.
2. Intensificación brusca de los síntomas de una enfermedad.
3. Situación mala o difícil.
4. Situación política en que uno o más miembros del Gobierno han
dimitido o han sido destituidos.
5. Reducción en la tasa de crecimiento de la producción de una
economía, o fase más baja de la actividad de un ciclo económico.
6. Cambio brusco en el curso de una enfermedad, ya sea para mejorarse,
ya para agravarse el paciente.
7. Examen y juicio que se hace de algo después de haberlo examinado
cuidadosamente.
Como puede entenderse, en
nuestro país, sin dudas, estamos en crisis. Crisis severa, a todos los niveles,
de todos los poderes e incluso de nuestras posibilidades económicas y los
valores morales.
Estar en crisis severa no quiere
decir que se agoniza o que las posibilidades de recuperación son mínimas o
nulas. Es difícil salir de las crisis, pero no es imposible y, si a ver vamos,
el solo hecho de superar una crisis es el mejor de los aprendizajes y la más
importante experiencia que se puede vivir.
Por supuesto que salir de una
crisis es difícil y doloroso, nada queda igual que antes, todo se renueva o se
cambia, pero los cambios primordiales deben venir de las personas. No se puede
salir de una crisis usando los mismos argumentos y actitudes que usamos cuando
entramos en ella. El tiempo resuelve muchas cosas pero las verdaderas
soluciones van de la mano de acciones directas, planes bien estructurados,
estrategias claras y factibles, no detrás de ideologías trasnochadas, de planes
económicos y sociales que han probado ser un fracaso, ni de estructuras
complejas que pretenden hacer de los ciudadanos simples acatadores de ordenes
emanadas de prontos emocionales, que
tienden más a perpetuar un problema que a su solución.
El respeto por las instituciones
es clave en la estabilidad socio-económica de un país, pero respetar las instituciones
no significa que por el hecho de ser instituciones del estado, están en lo
correcto y, por eso, cuestionarlas es importante.
A río revuelto, ganancia de
pescadores y eso es lo que está pasando. La crisis provocada de manera artera
por el gobierno utilizando supuestos baluartes de justicia como la Sala
Electoral del TSJ, añade un elemento de manipulación y tergiversación que al
colisionar con La Constitución, el CNE y la Asamblea Nacional, crea una
situación sin salida aparente e impulsa una serie de posibles remedios absurdos
e inútiles, como la renuncia de los diputados por Amazonas en aras de solventar
el impasse.
Aunque nos duela y nos angustie
decirlo por lo peligrosamente trágico de la esencia del planteamiento, la
posible solución a la crisis que estamos viviendo, ni son los planes económicos
de Maduro, ni la retirada de los diputados, pero sí ayudaría un planteamiento
contundente del CNE –muy seriamente cuestionado por la sentencia de marras– y
uno más contundente y más firme aún de la AN, que no puede ni debe aceptar esa
imposición, por ningún motivo.
Con la sensación de firmeza y
determinación de nuestros diputados electos a la AN, sentiremos, quienes les
apoyamos y entendemos a Venezuela como una empresa común que exige sacrificio y
definición de cada uno, que debemos cerrar filas con coraje y seguridad en
nuestras convicciones, con los compañeros diputados y mostrar nuestra seguridad
en la consecución del ordenamiento civil legislativo que decidimos darnos el
6D.
La pelea es peleando y pelear es
plantarse frente a la injusticia y los antivalores de la mentira, la
manipulación y la tergiversación.
La Asamblea Nacional contó con
mi voto y cuenta también con mi apoyo incondicional.