Presos estamos todos
(Artículo de opinión
publicado en el diario El Nacional (http://www.el-nacional.com/alvaro_requena/Presos_0_724727722.html),
el viernes 23 de octubre de 2015)
Confieso que disfruto escribir estos
artículos de opinión para El Nacional. Es un disfrute raro, a veces doloroso, a
veces jocoso, la mayoría de las veces es más un drenaje de energía reprimida
que me carcome y que al plasmar en blanco y negro mi opinión, sesgada, obviamente,
pero contundente y congruente con la realidad que estoy viviendo –como todos
ustedes, lectores– siento como mi tensión interna cede al deslastrarme de parte
importante del enrollado que retuerce mi espíritu, mi sentido de la justicia y
la expectativa por una vida plena de paz, prosperidad y felicidad, tal y como
todos los años se lo deseo a los habitantes del mundo y en particular a los
venezolanos y, por supuesto, a mis queridos y entrañables amigos.
Drenar la queja, el disgusto, la rabia, el
enfado y la desilusión no es cualquier cosa, ni es fácil. A veces creo que lo
he intentado todo, que he practicado las más sutiles técnicas de modificación
de mis respuestas ante los eventos que me rodean. Lamentablemente, hasta el
momento, siempre ha habido un nuevo acontecimiento que desarma y sobrecarga de
tensión mi ya precaria paz interior. Vuelvo a empezar y así sigo cumpliendo mis
ciclos de carga, sobrecarga, drenaje, alivio y vuelta a cargar. Si no fuera por
la escritura, por las muchas horas escribiendo, borrando, recortando, puliendo,
añadiendo y releyendo una y otra vez, tendría que salir a correr –trotar no
sería suficiente–, boxear, practicar lucha libre, pintar letreros en las paredes
de las calles, gritar mucho muy alto y finalmente, si no consigo nada, irme a mi propia Sierra
Maestra.
Allí van a terminar muchos venezolanos.
Acepto que lo de Sierra Maestra es un eufemismo por lucha clandestina, pero es que
así es y será, si las cosas no cambian. Son muchas las cosas que tienen que
cambiar, las listas que proveen las claras mentes de algunos venezolanos
comprometidos con el futuro y llenos de generosidad con su tiempo y su
esfuerzo, son claras y muy sencillas de explicar. Además de eso tiene que
cambiar esa actitud jaquetona y prepotente que presentan los gobernantes
actuales y que denota que se sienten dueños absolutos de un poder ilimitado que
no reconoce más fronteras que su propia inventiva.
Poner presos a personas que manifiestan sus
opiniones verbalmente en público o en privado es inicuo y no es aceptable
jamás.
La cadena de presos políticos de este país es
demasiado grande y pesada para los ciudadanos, que sentimos que llevamos atados
a nuestros pies y manos grillos virtuales que son tanto o más pesados que los
que llevan Leopoldo, Ledezma, Rosales, Simonovis, Afiuni, etc., y pronto,
parece ser, Lorenzo Mendoza.
Con tantos presos sin motivo legal se puede
escribir todo un tratado de infamia.
Con tanta vergüenza junta se puede ahogar una
gestión pública, pero no la esperanza de un país.