Rutas desplazadas hacia Venezuela
(Artículo de opinión
publicado en el diario El Nacional (http://www.el-nacional.com/alvaro_requena/Rutas-desplazadas-Venezuela_0_733126862.html),
el viernes 6 de noviembre de 2015)
Esta semana la prensa internacional y local
confirmó lo que casi todo el mundo sabe: nuestro país se ha convertido en una
de las rutas preferidas del narcotráfico y es la encrucijada de vías de distribución
más notoria en esta parte del planeta.
Paulatinamente hemos devenido en un país con
más problemas y tramoyas que una de esas series interminables de TV. Son más
quienes tienen las manos y el alma sucia, de lo que jamás pensamos. Acusaciones
sobran.
Cada mes aparece un nuevo episodio con
alguien que echa un nuevo cuento truculento de maldad, traición, maltrato y
perversión. Nada sucede, ni aquí, ni allende los mares. Mucho asombro, mucha
rabia y peor maledicencia, pero no suenan los hierros ni se llenan las
denuncias. Se ignora el asunto o se defiende a los acusados con automática
lealtad, sin cuestionamientos ni la precaución de, al menos, averiguar un
poquito o investigar por “notitia criminis”. No pasa nada. Nada de nada. Ese es
el mensaje final. Ese es el parámetro visible de cómo funciona el país.
Así pues, no es de extrañar que los
narcotraficantes se hayan percatado de la ineficiencia judicial, la corrupción
local y la protección indebida de los poderosos hacia aquellos que les plantean
grandes ingresos con mínimas inversiones y poco riesgo.
El país es hoy, no solo ruta preferida para
el narcotráfico, también lo es para negocios de alto nivel de corrupción y
hasta de vía de dispendio económico sin retribución, léase compras sin bienes
tangibles o de bienes deteriorados para compensación financiera posterior.
Ese panorama asqueroso está llevando, entre
otros, a muchos de nuestros jóvenes a buscar una vida diferente en un lugar
donde las normas, el respeto entre las personas y a las personas, y la
justicia, sean congruentes, donde los salarios sirvan para adquirir bienes
adecuados, supervisados y donde el comprador esté, a su vez, protegido por la
justicia. Países donde sea posible mantener y cuidar de la salud sin tener que
hipotecarse o vender uno su alma al diablo, o mejor aún, donde adquirir un
alimento o una medicina no implique una cola interminable con un final
desilusionante de “No hay”.
No nos extrañemos pues de ser una estación
clave en la distribución de las drogas y otros flagelos sociales, es la
consecuencia natural y lógica de la corrupción, del desprecio por los demás
seres humanos, de la falta de empatía y de compasión.
Siempre fuimos los buenos de la partida.
Ahora somos los malos. Debemos luchar sin descanso por ser merecedores del
respeto y consideración del resto de la humanidad. Dentro de 30 días –solo un
mes- tendremos una de varias oportunidades de demostrarnos a nosotros mismos y
al resto del mundo que queremos una Venezuela diferente de la que, los actuales
gobernantes, están presentando al mundo.
Otra razón más para votar con energía y
masivamente el 6D.