Aunque se vista de seda, mona se queda.
(Artículo de opinión publicado
en el diario El Nacional (http://www.el-nacional.com/alvaro_requena/vista-seda-mona-queda_0_707929299.html),
el viernes 25 de septiembre de 2015)
Hay varios refranes que pintan
muy claramente que el hábito no hace al monje, ni la investidura convierte al personaje
en estadista o en conductor de una nación. El liderazgo no se compra en botica,
ni viene en la caja de jabón en polvo, tampoco la inteligencia se adquiere por
ósmosis ni la cultura por sentarse al lado de la enciclopedia.
En este país las cosas están tan
distorsionadas, las actitudes de los mandamases han llegado a ser tan
desvinculadas de la realidad, que las acciones y decisiones que toman los
gobernantes actuales son más producto de puntadas de rabo, como dice el vulgo
–léase: el pueblo– que producto de bien meditadas, consultadas, sopesadas y
torturantes opciones estudiadas en profundidad. No en vano son llamados ineptos
sugestionables aquellas personas que con una apariencia de seguridad en lo que hacen son, sin embargo,
marionetas de otros muy amargados y malignos que con aviesos y demoníacos
intereses les inducen a las tropelías que nos hacen padecer. En esas andamos
aquí.
Francamente, creo que el
tratamiento del gobierno de los problemas fronterizos, el asunto de los presos
políticos y sus juicios injustos, amañados y retardados, la presentación
mundial propagandística del país como crisol de la protección y defensa de los
derechos humanos, el silencio que ha rodeado las denuncias de corrupción más
grandes y jugosas del planeta, las defecciones de políticos, jueces, imputados
y militares, etc., ha sido absurdo y nefasto. La imagen del país es
tragicómica, la de nuestros jerarcas es despreciable y la de las acciones
tomadas por el gobierno son lamentables y amargas.
No sé para qué sirvió la reunión
de Maduro con Santos. Según ellos había que hacerla, había que mostrar que se
hacía algo a ese nivel, no importa qué, solo demostrar que eran capaces de
reunirse. Nada puede salir de allí que valga la pena. Palabras muchas y frases
varias que tienen lugares comunes y sentido de relleno. Ser Presidente no es el
hábito que hace al monje y vestirse de hombre experimentado y curtido por la
diplomacia, no cambia la falta de respeto por las personas y sus derechos. Del
Sr. Santos, no sé que decir, creo que él tampoco supo. Quedaron en algo,
ciertamente: en que otros sigan discutiendo el problema que sabían que no podían
resolver. Sigue todo igual. Seguirá todo igual o peor.
¡Ah, se me olvidaba!, ahora
somos mucho más pobres que antes, pero tenemos más aviones de guerra comprados
a la madre Rusia, probablemente con dinero chino y a costa de…, tantas cosas,
que da pena decirlas.