Se acabó.
Artículo de opinión
publicado en Analítica.com (http://analitica.com/opinion/se-acabo/), el domingo
5 de julio de 2015.
La fantasía suele superar la realidad en cuanto a credibilidad,
verosimilitud y factibilidad se refiere. Algunas veces tales fantasías son
simplemente precursoras del porvenir: en la biblia aparece un carro de fuego
que se lleva al profeta Elías; Dédalo fabrica alas de plumas para él y para su
hijo Ícaro y volando escapan de Creta; Da Vinci, en el s. XV, dibujó un
helicóptero, una máquina voladora y otros inventos; Julio Verne en el s. XIX, describió
un submarino eléctrico, la televisión y cohetes espaciales; Chester Gould en
1931, creó la historieta Dick Tracy y éste usaba un reloj pulsera que era
teléfono y TV. Seguramente que habrán más invenciones que el futuro hizo o hará
realidad.
Ese es el verdadero destino del hombre: convertir en realidad sus
fantasías, sus aspiraciones; por tanto nada más propio del humano que
fantasear, desear, aspirar, soñar, ilusionarse y motivarse hasta la locura para
conseguir sus siempre renovadas metas. Para casi todos la realidad, aun
tangible, es, sin embargo, carente de la emoción que transmite el pensamiento
fantástico e irrealizable en ese instante que se está viviendo.
Algunas veces, las fantasías son negativas, pesimistas, derrotistas,
imposibles de llevar a la realidad y muestran más nuestro estado de desánimo
que el alcance de nuestra imaginación. Aunque en ocasiones hay que echarle
piernas a la fantasía para imaginar tanta desgracia.
En Venezuela, tanto los venezolanos como los asimilados, solemos ser
personas con rica fantasía y buen humor. Todos estamos usualmente esperando un
algo maravilloso que enderece nuestras economías, aspiraciones personales y
arregle los entuertos sociopolíticos. En los venezolanos se comprende, por que
esta tierra promisora e inagotable, siempre brinda su apoyo, mantiene vivas las
esperanzas y nos hace sentir lo mucho que tenemos y a la vez apreciar con
vergüenza los escasos habitantes que somos y los pocos que nos repartimos la
riqueza. La naturaleza provee sin descanso.
Los extranjeros que se han asimilado a nuestra tierra, ya de por sí
llegaron optimistas positivos y plenos de deseos de progreso y soñando con
lograr las aspiraciones que motivaron el esfuerzo de llegar a nuestras costas y
radicarse en la tierra prometida.
Positivismo, optimismo y deseos de afrontar el futuro, son las reglas
de vida que siempre nos han animado y seguirán haciéndolo, a pesar de los
esfuerzos mezquinos de algunos políticos que creen que porque muestran su
desidia o su negativismo, van a polarizar a su favor las opiniones electorales
de la población y van a convertir la ideología política en un comodín electoral
intercambiable.
Actualmente la situación de nuestro país es caótica, hasta aquí nos han
traído una caterva pseudoideologizada en socialismo del siglo XXI y nuestra
proverbial confianza en que la bondad del destino nos protegerá de todo mal
(¡Amén!). Combinación fatal por inútil.
La necesidad de mantener el poder por parte del oficialismo, ha
fortalecido las intenciones aviesas, la corrupción, la perversidad, el uso
desproporcionado y desmedido de la fuerza, el abuso de poder y la falta de
respeto por los derechos individuales y colectivos e los ciudadanos. Han tejido
una red de compromisos y complicidades que atenaza a las personas y genera
temores paralizantes, vergonzantes y convierte en ruines a ciudadanos probos y
buenos.
“Se acabó”, es una frase
positiva, bien construida y aleccionadora que nos pone a todos en alerta.
Ser fieles a nuestros orígenes. Ser merecedores del respeto que se
ofrece a las personas justas, luchadoras, arrojadas, valientes e incansables,
es lo que haremos, otra vez, como lo hicieron nuestros antepasados. No
espantarnos ante el dolor, la pena, las demostraciones de fuerza ni ante la
amenaza y el chantaje. Exigir nuestros derechos y plantarnos firmes, quietos,
sin parpadear hasta obtenerlos, aunque nos cueste la tranquilidad, la salud,
nuestros bienes y hasta nuestras vidas.
Se acabó, no es un grito de guerra ni una consigna, es una proclama
breve y contundente que indica que no se corre más la arruga, que no se pospone
el tema, que no aceptamos más imposiciones, corruptelas, desbarajustes
socioeconómicos, descalificaciones de nuestra actitud, ni tampoco que nos sigan
diciendo lo que debemos hacer, como y cuando.
Se acabó. Esa es la verdadera nueva independencia.