Ni paz, ni nada.
Todos los días aparece alguna situación que nos muestra la
inconsistencia de nuestros gobernantes y su terrible falta de sentido común,
además de sus estilos: burdos,
insultantes, degradantes y peligrosamente irritantes.
Pero también, entre quienes no gobiernan y entre quienes aspiran a
hacerlo, hay de lo mismo, agravado por la supuesta ingenuidad que les hace ver
inocentes y translúcidos. El papel de víctimas del oficialismo es útil. Es
ganador de aprecio electoral, aunque la gente no sepa porqué, pero la
identificación con los “sufridos” nos incita a la simpatía y mueve la mano al
votar. Ninguno de ellos se chupa el dedo, seguro que conocen el guión y saben
qué esperar.
Mientras más malos sean los malos, más interesante la película,
mientras más se defiendan los buenos y más duro ataquen al final, más
apasionante la lucha.
Quiénes son los buenos y quiénes los malos es lo que cada quien tendrá
que decidir el 6D.
Nuestra realidad se viene develando lentamente, el malandraje criminal
que ha crecido bajo la mirada oblicua del gobierno, se ha juntado con el
populismo armado inducido por el gobierno y, una vez establecido, demostró la
imposibilidad de controlarlo con palabras bonitas políticamente incorrectas y
llenas de promesas incumplibles por ambas partes, se llegó hasta la
delimitación de las llamadas zonas de paz, en las que paz hubo y guarida y
almacén de lo mal habido, también.
Mientras tanto los órganos del estado, amañados, subyugados, cómplices
e ineficientes, obviamente, hacían de las suyas y lo siguen haciendo: impunidad,
retardos procesales, inhabilitaciones, carcelazos ad hoc, etc.
Pronto las listas de candidatos de la oposición será una lista de
procesados o inhabilitados, y daremos gracias a Dios porque están vivos.
Lo más importante para el grueso del pueblo, que siente tanta inseguridad
y ve caer muertos a sus parientes y amigos, además de sentir que sus pertenencias
les son arrebatadas por desaprensivos partisanos del crimen y la violencia, es
que, al ser testigos de las razias policiales que atrapan malandros
indocumentados, recuperan autos y enseres robados y de paso siquitrillan más de
una docena de esos indeseables, sienten que se está haciendo algo por ellos: ¡Llegaron
los salvadores del pueblo oprimido y asustado por la criminalidad desatada!
Así es la cosa. Aquí ni hay paz
ni hay nada. Tenemos que construir nuestra patria desde los cimientos. Quienes
ahora no puedan por estar borrados del sistema político, nos ayudarán mañana.
Otros deberán tomar sus puestos y ellos desde la cárcel o desde la palestra
pública, aún sin poder acceder al poder civil de ninguna forma “legal”, deben
saber que en nuestra opinión y afecto, son nuestros líderes y seguirán siéndolo
y ojalá que quienes les sustituyan en las listas de candidatos sean como todos
deseamos que sean: exitosos y comprometidos diputados que sientan el apoyo de
todos quienes creemos en ellos.