Drama agravado y continuado: tragedia colectiva
Es
evidente que nuestros intereses como nación no se están cumpliendo y que
estamos padeciendo la desgracia de ver derrumbarse el país y empequeñecerse la
voluntad de lucha de los ciudadanos, que contemplan con avidez las
oportunidades de irse a otros países.
Están
emigrando profesionales calificados de todas las ramas. Ya no solo los
ingenieros y geólogos de PDVSA, ni los investigadores científicos de todas las
ramas o los médicos, quienes buscan otras oportunidades en el exterior, también
los maestros lo están haciendo. No es que nuestros mejores hombres y mujeres se
están yendo, es que ya se han ido una gran cantidad y cada día que pasa se
quieren ir más.
Hoy
somos una nación incompleta, se nos han ido muchos de los mejores. Algunos se
van por razones ideológicas –los menos– o políticas –bastantes–, la mayoría lo
hacen por desesperanza.
Muchos
venezolanos han perdido la esperanza, otros están en ese proceso de pérdida y
su ánimo decae hasta el punto de que ya no ven como posible aquello que
deseaban y en ese momento emigrar se torna en posibilidad cierta.
Los
factores que más frecuentemente condicionan la desaparición de la esperanza son
aquellos que están ligados a la expectativa de vida –inseguridad–, al bienestar
familiar – salarios insuficientes y escasez–, a la formación y desarrollo de
los descendientes, al respeto por los derechos individuales y colectivos, a la
irritación y desilusión que nos invade ante la corrupción, el abuso de poder y
la incompetencia de los gerentes del Estado.
Males
casi imposible de erradicar en el momento y que exigen una acción contundente,
acompasada, firme y colectiva, para forzar en las próximas elecciones parlamentarias
los cambios necesarios en la conducción del país y sus instituciones.
Vivimos
un momento muy dramático, no solo por la emigración de muchísimos buenos
venezolanos, también por la desorientación de una parte importante de la
población que ha elegido como actividad la delincuencia y que colorean con
violencia extrema su accionar criminal. Granadas, armas de fuego sofisticadas,
asaltos tipo comando militar a estaciones de policía, repartición acordada
entre bandas de zonas de influencia criminal, aprovechamiento de las leyes y
recursos legales para condenados con la finalidad de reintegrarse a su carrera
criminal.
Paralelamente,
el gobierno, sin definiciones claras de sus políticas económicas y financieras,
permite la más alta inflación en el planeta tierra, no mantiene respeto por los
derechos humanos, tergiversa las situaciones y flexiona las leyes para mantener
a los presospolíticos lejos de sus seguidores y aislados, enreda sus decisiones
sobre el Esequibo, se irrita y predispone contra las opiniones de personas locales
y de otros países y trata de mostrar lealtades automáticas e incontrovertibles
con los personeros oficialistas, sin ningún criterio práctico ni legal, solo
por amiguismo.
Esa
es la Venezuela en que estamos viviendo: una tragedia colectiva.