Desastres sin importancia
Como no son importantes, no deberían ser llamados
desastres, sin embargo, por falta de léxico y exceso de años llamando a las
cosas por su nombre, para mí, y para muchos, sí son desastres. Solo la desidia
de los gobernantes o su vergüenza, hace que tapen los desastres o los disimulen
con humo u otras acciones igualmente etéreas e inconsistentes y no se transmita
al ciudadano el sentido de importancia que representan, sino más bien una
visión ligera de la debacle presente, pretendiendo, además, cubrir con un
festival musical el lamento de angustia y dolor que aqueja al pueblo ante la
inminencia de lo que barruntamos todos se avecina: un desastre económico,
social y político.
Hay desastres avisados que han venido sucediendo de
forma continuada año tras año, por ejemplo: no haber sembrado el petróleo;
mantener un tipo de cambio asistemático y confuso; el sistema de cárceles y
prisiones; el ineficiente y sesgado sistema judicial.
Desastres antológicos, cuya agravación lleva a
situaciones ridículas e inaceptables, como la del sistema carcelario que falla
por su esencia al no poder retener presos a los presos, que se matan, los matan
y escapan por docenas.
También el sistema judicial se ha desvirtuado al
devenir en un apéndice gubernamental, prestándose a la detención de líderes
opositores y negándoles el derecho a juicios apropiados.
Otros problemas entrabadores y causantes de mucha
confusión y malestar han sido: las expropiaciones de fincas, industrias,
comercios y otros bienes, que han mostrado de forma inequívoca la mala e inoperante
administración oficialista; la suspensión de la posibilidad de envío de moneda
extranjera a estudiantes y pensionados, dejándolos en la miseria y, a veces,
sin futuro; la escasez de alimentos, medicinas, equipos médico-quirúrgicos,
repuestos, insecticidas, productos de aseo y papel periódico; la inseguridad en
las calles y en nuestras viviendas; la imposibilidad de protestar por la criminalización
y represión de las protestas. ¿Estos son qué, simples malestares o desastres
sociales?
Y por encima de esos desastres, ver y sentir que la
economía del país se desmorona hacia la hiperinflación, el desempleo, el
incremento desproporcionado de la pobreza, la emigración y la imposibilidad de
aumentar la producción industrial por falta crónica agravada de divisas para
obtener las materias primas que el país, entre otros desastres, dejó de
producir.
Nuestro pueblo está consciente de lo que pasa y su
reacción no se hará esperar. De hecho, no se confunda lector con las noticias.
El desastre ocurrido en el Estadio de Pueblo Nuevo no tiene que ver con el
fútbol y sus pasiones, pero si con el enojo y la frustración de los Tachirenses
y de otros muchos. Por ahí anda la cosa…