Reflexión de Navidad
Pronto celebraremos con pía y espiritual alegría el
aniversario del Nacimiento de Jesús de Nazaret. Casi siempre ha sido una fecha
para amalgamar la alegría espiritual con el jolgorio festivo, derivándo en
parrandas bonitas, musicales, vistosas, ruidosas y concurridas. Desde las
comilonas hasta los bailes y las patinatas, pasando por las misas de Noche
Buena y de Gallos, solíamos pasar la noche en una rumba entretenida y feliz que
terminaba en desayuno y, a veces, se continuaba con almuerzos familiares y
hasta con baños de mar o río. Siempre alegres, convivales y esperanzados, pues
eso, en definitiva, es lo que significa la Navidad: esperanza y alegría de
vivir.
Bien, pues parece que este año no es esa la atmósfera
que se respira en el país. La parte espiritual de nuestra celebración se
mantiene, pero la juerga que la acompañaba no se aprecia.
Algunas de nuestras costumbres serán postergadas hasta
tiempos mejores. Los “estrenos”, por ejemplo, no van a ser posibles para muchos
venezolanos. ¿Con qué comprarán ropa nueva? Y si tienen el dinero, no hay mucha
variedad para escoger. ¿Y para brindar? Bebidas a precios impagables. Hacer los
tradicionales ponches de crema, es casi imposible, no hay leche ni azúcar. Tomaremos
guarapita para rendir el ron, pues algunos destilados todavía son asequibles.
Comeremos hallacas, de una carne o dos, pero no de tres, con pocas pasitas y no
llevarán almendras. La ensalada será de pollo y el dulce de lechosa, sólo si se
consigue papelón o azúcar y lo serviremos sin queso.
Pero, quizá, lo más deprimente sea sentir que estamos
aguantando una situación que todos vemos como insostenible y que el gobierno pretende
hacérnosla ver como normal, corriente y sin mayor importancia, cuando nuestros
sentidos nos indican, por ejemplo, que los argumentos para mantener a los
presos políticos en la cárcel, son espurios, injustos y sólo obedecen al odio
clasista, al revanchismo social y a la incapacidad de oponer ideas y principios
humanitarios y socialmente aceptables a las demandas de nuestros líderes de la
oposición –todos ellos– y en concreto a María Corina Machado y a Leopoldo López.
Soy opositor y como tal puedo decir, responsablemente,
que jamás me sentí incentivado a la lucha cruenta y descarnada por el poder que
el gobierno dice que esos líderes de la oposición fomentaron entre los
opositores y mucho menos motivado a planear o actuar activamente en el
derrocamiento o el asesinato de algún personaje oficialista.
No entiendo de donde sacó el ejecutivo esas teorías
paranoides de golpes de estado, magnicidios y fomento de rebelión. Es obvio que
no me van a llamar de testigo a decir mi verdad. Seguirán suponiendo,
inventando, postergando y maltratando a nuestros líderes, que algún día saldrán
y ahí estaremos y con nosotros sus ideas, determinación, sentido de justicia y
energía inagotable. ¡Esa si será una Navidad con todos los hierros, como debe
ser!