Zancudos con botas
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Afortunadamente no ha llovido
mucho estos días, pero siguen los pocitos de agua en los jardines y algunas
aceras, huecos en las calles, llantas viejas o latas y algunas matas como las
bromelias, que son suficiente amenaza de cría de mosquitos como para ameritar
una constante desinfestación por el medio que sea y por quien sea. Los
municipios lo hacen a veces con humo químico o rociando pesticidas. El
Ministerio de la salud, también lo ha hecho a veces. Los ciudadanos,
conscientes de los peligros de las epidemias que en estos momentos nos aquejan,
solíamos poner nuestro granito de arena: manteniendo los lugares sin aguas
empozadas, retirando escombros, usando las plaquitas, quemando espirales, quemando
hojarasca, usando aceites repelentes en las personas, conectando los aparatos
exterminadores de mosquitos y sobretodo con los sprays de repelentes y de
insecticidas.
Así fue hasta hace unas pocas
semanas. Todavía teníamos algo de material en mi casa, que decidimos usar sólo
para proteger a las nietas. Desde entonces, no hemos encontrado insecticidas
mata zancudos y tampoco los repelentes químicos. Aumentaron a nuestro alrededor
los casos de enfermos de virosis, probablemente transmitidas por mosquitos y
tampoco pudimos aliviar mucho sus malestares pues, aparte de agua potable
abundante, no conseguimos el acetaminofén que baja la fiebre y alivia dolores y
malestares.
Lo que nos toca ahora es sembrar
plantas de esas que espantan los insectos voladores, que, según parece, hay
muchas –cada región del país tiene sus preferidas, casi todas de la familia de
los crisantemos– o quemar hojas de eucaliptus en braseros caseros –peligrosa
práctica, no recomendada.
Las personas con más riesgo de
ser inoculadas por los mosquitos tendrán que frotarse en el cuerpo y cara las
flores repelentes, olerán muy bien y estarán bastante protegidas ya que las
piretrinas, que es la sustancia química responsable de que huyan los zancudos,
no es tan venenosa para los humanos.
Si no tienen esas flores a mano
tendrán que llevar mosquiteros que caigan del ala del sombrero, usar cuello
cerrado, manga larga, pantalones, medias, etc. Cómo hizo Deborah Kerr en “Las
minas del Rey Salomón”, película del año 1950. Con el calor que hace y así de
envueltos, sudaremos más, se ensuciará más la ropa y cogerá mal olor.
Obviamente, no es lo único que tendremos que hacer tal y como se hacía en 1950.
Para muestra baste recordar que la harina precocida de maíz aparece en 1960 y
hoy casi no se encuentra. También es bueno refrescar la memoria sobre el
acetaminofén que, aunque se conoce desde finales del siglo XIX, fue puesto a la
venta en1956 y hoy tampoco hay.
Vamos para atrás, tampoco hay
jabón para lavar, excepto por el fiel jabón azul. Pero los zancudos se pusieron
las botas, ¿No les parece?
¿A donde nos lleva todo esto,
cual es la meta del planificador, en que consiste la estrategia? Hasta las
plagas de Egipto tuvieron su función constructiva en medio del desastre… ¿Y
aquí, qué?
Finalmente, que triste tener que
contarle a quienes nos sucederán en la sociedad, que somos las generaciones que
retrocedimos más de medio siglo. Que lo que considerábamos un avance, resultó
un espejismo, una alucinación, un delirio de comodidad y beneficios prácticos
que el destino, fatal a veces, nos los revirtió. ¡Qué desgracia, y apenas
comienza…!