Infeliz e insalubre
En más de cuatro décadas de ejercicio profesional médico, me han
tocado algunas situaciones de verdadero peligro y estrés. Incluso participé en
España en la contención y tratamiento de un brote de Cólera, asunto tan serio
como para asustarse y pensar que toda medida preventiva es poca y andar
entonces con miedo todo el tiempo.
Pero nunca había vivido en nuestro país es lo que estamos viviendo
hoy día. Obviamente, me tocaron los mejores años del control sanitario
venezolano, aunque recuerdo, cuando niño, un brote de fiebre amarilla que nos
asustó a todos, incluyendo a mi padre, que era médico.
Otras enfermedades infecciosas, que siempre han estado allí, nos
preocupaban poco, pues había adecuado control sanitario y al final el asunto se
reducía a no exponerse innecesariamente.
En los últimos años, hemos visto como recrudecen antiguos males
como el Paludismo, las enfermedades venéreas y también un aumento desmesurado
de los casos de Dengue y quién sabe si de alguna otra de esas fiebres
tropicales quebranta huesos, como suele llamárselas. Lo cierto, es que hemos
visto muchas virosis y bastante fuertes algunas. Pero también hemos visto con
angustia y horror como los controles sanitarios mínimos, tan frecuentes en el
pasado se han relajado de tal forma que llegaron a ser casi inexistentes y, por
supuesto, se han incrementado los casos de todas esas plagas.
Lo más triste es, que aun a pesar de estar advertidos de las
posibilidades del desarrollo de una epidemia de Chikunkunya, las medidas de
control epidemiológico han sido tan limitadas que el avance de la enfermedad es
extraordinario. El agravante es que además llega en un momento en el que, por
la desidia y la negligencia gubernamental, hay seria escasez de medicamentos
(acetaminofén, por ejemplo), de repelentes de mosquitos de uso doméstico y
escasa atención médica especializada. Debo reconocer también que la temporada
de lluvias ha sido extraordinaria y las posibilidades de reservorios para los
mosquitos se han multiplicado.
Otros serios problemas de salud que nos aquejan con igual gravedad
pero menos agudamente, son el incremento de los problemas por la escasez casi
total de hormonas tiroideas en el mercado nacional, el recrudecimiento de
enfermedades mentales psicóticas crónicas por la falta de medicaciones del tipo
de depósito (larga duración), los problemas debidos a la presión arterial
elevada por lo inconsistente de las posibilidades de tratamiento al haber
fallas muy fuertes de medicamentos apropiados y pronto, además de unas
navidades con carencias de dinero, hallacas, perniles y algunas bebidas,
empezaremos a quejarnos también con más ahínco de la ausencia de equipos
quirúrgicos desechables y otros insumos que la ciencia moderna ha hecho
indispensables para el mejor ejercicio de la medicina.
Así pues, que a nuestra actual infelicidad con el gobierno, la
economía, la justicia, el parlamento, el deterioro social y la pérdida de los
valores de respeto en la convivencia, se le añade entonces la insalubridad.
¡Casi nada!