Asesinatos “ad hoc”
Los humanos siempre hemos visto los asesinatos con horror y
disgusto.
La historia recoge miles de ejemplos de asesinatos, crueldades y
maltratos extremos, narrando con frecuencia los detalles y describiendo a los autores.
Los ejemplos sobran. De muchos asesinados sabemos quién fue el asesino, a veces
intuimos el porqué, pero en muchos casos no se sabrá jamás quién estuvo detrás
del crimen, planificándolo e instigándolo.
Algunos personajes de la historia acrecentaron su fama y poder por
su sevicia, usando sicarios refinados o matones a sueldo. Escondiendo la mano
luego de tirar la piedra. En otras circunstancias, sus íntimos deseos, a veces
esbozados, fueron interpretados por individuos de pocos escrúpulos que buscaron
así el favor de sus jefes. También ha sido frecuente la planificación
estratégica de la lucha por el poder o la hegemonía, apartando del camino a las
mentes inquietas y poco confiables de personas que decidieron seguir sus
propias e individuales orientaciones. Nuestra memoria recorre rápidamente las
historias de muchos personajes políticos, gobernantes, militares, alcaldes,
fiscales, jueces, millonarios y, como no, diputados.
Las comparaciones son odiosas y no quiero comparar asesinatos de
figuras importantes en otras latitudes con los sucedidos aquí, pero,
ciertamente, que ni está claro ni han estado claras las explicaciones de los
asesinatos de individuos como Danilo Anderson, Eliézer Otaiza y ahora, Robert
Serra. Hay otros más, pero los mencionados han sido personajes claves en el
desarrollo de las políticas del grupo gobernante en Venezuela.
Se trata de un arroz con mango criminal, incomprensible e
inaceptable. La mezcla de factores distintos, destacados por las noticias,
hacen del crimen del diputado Serra un hecho inexplicable de gran repercusión.
Las incógnitas que se abren a las mentes inquietas de los ciudadanos temerosos
por la inseguridad permanente en nuestras calles, multiplican nuestra angustia,
sobretodo, cuando en las últimas semanas han aparecido cadáveres mutilados,
asesinados con saña y experta alevosía, en varias localidades de la ciudad
capital; informaciones como la descripción del ensañamiento en el diputado y su
asistente, la presencia de personas aparentemente de una determinada secta
religiosa entre los probables asesinos, el hecho de que estos eran conocidos
del diputado Serra o al menos de su asistente, la ausencia de guardaespaldas y
vigilantes, la presencia de armas de guerra…
Todo un conjunto de aspectos que junto a las declaraciones
acusadoras de los gobernantes, hablan o de una situación de tipo ritual o de un
acto preparado con premeditación y alevosía para conmover y promover
situaciones de desequilibrio popular en contra de aquellos que, además, como ya
es costumbre, el gobierno señala como autores de ese horrendo y despreciable
crimen.
Cabe, por supuesto, además del robo, otra hipótesis, que tiene que
ver con que el diputado Serra era una persona incómoda para alguien o para
algunos, pero… ¿por qué, y para quiénes?. El quién, el cómo y el cuando, ya se
conocen.