Mala índole

Es muy triste y perturbador que
en un país joven como Venezuela estemos viviendo una etapa de tanta desidia,
maltrato personal, inseguridad jurídica, económica y sanitaria. Nadie se merece
eso y no hay ideología política que justifique semejante desafuero. Afortunadamente
todos tenemos en la mente el convencimiento, cada vez más arraigado, de que se
trata de algo temporal. Está claro que la agonía del régimen comenzó y nuestra
esperanza se recupera progresivamente. Ciertamente, el gobierno actual se
comporta de una manera tal que no queda otro remedio que pensar que, como dijo
alguna vez CAP, se están autosuicidando, con el agravante de que se están
llevando al país en sus diabólicos y malignos cachos.
Las pruebas de lo dicho
anteriormente son muchas y ya son reconocidas por todos. No solamente por
nuestros críticos locales, también insignes economistas, criollos y no, de
reconocida trayectoria profesional y respeto, lo ponen de manifiesto en sus
escritos, tal y como sucedió hace dos semanas con los economistas de Harvard Haussman
y Santos, y hace ocho días con la revista The Economist. Pero también los actos
de efecto público como las presiones al Presidente del Colegio de Médicos del
Estado Aragua por denunciar lo que ya todos sabíamos desde hace tres meses sobre
las fiebres infecciosas, las detenciones de quienes son denunciados por
“ciudadanos cooperantes” por alertar y decir verdades incómodas a los planes
hegemónicos gubernamentales, los retardos y argucias legales para mantener
prisionero a Leopoldo López, y la reciente decisión del TSJ de otorgar la casa
por cárcel a Iván Simonovis, son una muestra de la descomposición moral y la
mala intención de la que hacen gala los asociados gubernamentales.
El asunto es tan avieso que
incita a la rabia y el desespero. Apartando la opinión de cada quien respecto
de la culpabilidad o no del Comisario Simonovis, lo cierto es que casi todos
coincidimos en la necesidad de permitirle un respiro, tanto desde el punto de
vista de su salud, como desde el ángulo familiar.
Gracias a Dios le fue concedida
esa medida que nos alivia a todos y devuelve algo de paz a esa familia y
esperanza a ese cuerpo, pero cuando lo pensamos un poco nuestra contento se
vuelve desgraciada repugnancia, pues al deseo de que se mejore se le opone la
sentencia del regreso a la prisión si tal cosa ocurre. ¿Qué podemos desearle,
que siga enfermo y no mejore para que permanezca en su casa, que se cure y
regrese a un estado de salud óptimo por muchos años, para que los pase en
prisión o se vuelva a enfermar? No se que desearle a él, pero sí se que pedirle
a los magistrados que planearon esa tortura moral. Sólo la concesión de la casa
por cárcel para el cumplimiento de la pena es aceptable, todos las otras
condiciones de temporalidad son arteras y de mala índole.