La salud en un brete
(Artículo de opinión
publicado en el diario El Nacional (http://www.el-nacional.com/opinion/salud-brete_0_472752843.html),
el viernes 29 de agosto de 2014)
Me ha impresionado en estos
últimos días la distancia que han puesto de por medio los ciudadanos de este
país respecto de los problemas de salud que nos aquejan. El gobierno, ya lo
sabemos, se enreda en sus propios tejidos de dimes y diretes y al final no
resuelve nada y lo poco que hace se tranca en un enredo burocrático que parece
un ovillo del cual sacar un hilo es apretar el resto y terminar en un nudo
insoluble o gordiano, como gusta definirlo J. Rodríguez Iturbe.
Todos sabemos de las carencias
de medicamentos, que hasta los oficialistas padecen. Algunos saben además de la
falta de insumos para tratamientos de diálisis y quirúrgicos, como las
anestesias, las lentes intraoculares, los “stent”, las prótesis, catéteres,
bolsas de colostomía, etc. Los menos, saben de la ausencia de repuestos y equipos
nuevos.
Las autoridades gubernamentales,
culpables definidos de las actuales carencias esquivan sus responsabilidades y
la toma de decisiones con argumentaciones sin peso específico y palabras
vacías. Muchos hemos venido dando alertas por la prensa y en nuestras columnas
de opinión, repetidamente y con creciente mortificación. De nada ha valido. Ya
no sabemos que lenguaje utilizar, a que Santo rezar ni cual panorama pintar.
Ha sido inútil la mortificación;
el camino del desastre en la atención médica ya se inició. Desafortunadamente
las estadísticas son números que no piensan ni se pueden esconder. No afrontar
los problemas de salud a tiempo y con constancia hace que el incremento de los
mismos sea exponencial. Lo que hoy es curable, mañana no lo será y flagelos
casi desaparecidos como el paludismo y la tuberculosis han reaparecido y otros
regresarán con más fuerza y mayor inquina. Las invalideces por enfermedad se
incrementarán y un país joven, hoy con pocos inválidos, verá aumentar la
necesidad de una asistencia social más extendida que cubra esas necesidades,
cuando apenas nos iniciábamos en las coberturas de desvalidos, inválidos,
enfermos crónicos y enfermedades catastróficas.
Nuestro futuro de asistencia
sanitaria, a todos los niveles, de angustioso y gris pero lleno de esperanzas,
se ha tornado en triste, oscuro y desesperanzado, que en este caso significa
regresar a las cifras estadísticas de salud de los primeros 50 años del siglo
XX. Cuando otros países , al igual que nos tocó a nosotros hacerlo en su
momento, rozan las estadísticas maximizadas del siglo XXI, aquí por descuido,
enredo, negligencia, sordera y maldad, vamos para atrás.
Nuestra capacidad de atención
médica tan excelente en el pasado y tan desilusionante hoy, representa una
frustración más para el venezolano que había logrado aceptar y comprender la
medicina moderna, con sus sofisticados procedimientos diagnósticos y
terapéuticos y con medicinas maravillosas de probada efectividad que habían
desplazado la charlatanería, el chamanismo, la brujería y competían con ventaja
con algunas de las otras medicinas alternativas. Ahora, para desgracia
colectiva, nos vemos relegados a esperar para ver, rezar y pedir auxilio a
santos milagrosos, a aguantar callados y a pensar de forma determinista que es
un destino del que no podemos escapar.
Estamos demasiado callados.
Demasiado quietos. La inercia de todos es conmovedora. Estamos paralizados. La
desgracia nos embarga paulatina e implacablemente y aquí estamos: quejándonos y
buscando y haciendo colas para ver si conseguimos algún remedio igual o
parecido al prescrito por el médico y no es muy tarde para continuar el
tratamiento interrumpido.
¡Qué pasividad más absurda! Todos somos
culpables, unos por no haber hecho lo que debían y otros por haber aceptado esta
situación.