Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Vergüenza e hilaridad

(Artículo de opinión publicado en la página 8 del diario El Nacional, el viernes 22 de noviembre de 2013)
Pena y risa, como diríamos en criollo. Dos emociones que para los venezolanos corren paralelas y simultáneas. A veces, la risa se torna en miedo y hasta en tristeza, pero la vergüenza, incólume y omnipresente, no se torna en nada, sigue bochornosamente ahogándonos lentamente.
Las cuestiones suscitadas por Maduro no me generan vergüenza, pero sí hilaridad. Su indiscutible capacidad de sorprendernos a todos con sus salidas de tono, sus comentarios irrelevantes y sus bombásticas palabras, me dan risa y las excuso por su escasa cultura. Otro personaje, también risible por incontinente, corrosivo y sin substancia en sus aseveraciones, es Carreño.
Lo que resulta vergonzoso, es que los gobernantes de este país, no tengan ningún respeto por la inteligencia, la cultura, la decencia y las buenas costumbres y se crean que con la interminable ristra de manipulaciones, guisos políticos y económicos, y el desprecio de la condición de menos favorecidos por el oficialismo, así como la negativa terca y absurda de no reconocer sus errores y malos resultados económicos, quieran hacer creer a los menos ilustrados que están arreglando y enderezando lo torcido de la política y la economía, que ellos mismos han violentado, exprimido y ahogado hasta el cansancio. Sin reconocer un ápice de responsabilidad y endilgándole la culpa a otros, aunque no tengan que ver con el asunto.
No se pueden explicar las abruptas acciones del gobierno diciendo que son una componenda entre ellos por un negocio privado de la camarilla gobernante. Es probable que todos esos personajes tengan las manos sucias, pero no son ningunos genios, ni del crimen, ni de las finanzas y todas esas patrañas de que son artimañas de ellos para seguir explotando el país, son mentiras. La realidad es, que lo que hacen, lo hacen creyendo que lo hacen bien y no hay mayor estupidez ni peligro más grande, que aquel que provocan las buenas intenciones mal informadas. No tienen idea de lo que están haciendo, siguen inspiraciones absurdas y trasnochadas y se jactan de que el fin justifica los medios. Pero, la realidad que develan con su actitud es la de sus propias incapacidades, limitaciones y franco desconocimiento de aquello que desean componer.
La corrupción no es corregible, ni las leyes ni la fuerza pueden contra ella. Es un problema de modelos, de ejemplos, de cultura y educación dentro de las normas de convivencia y respeto que una sociedad instila en sus miembros. El sabernos iguales en derechos y deberes, nos hace pacientes y respetuosos de nuestros semejantes y elimina la corrupción como factor diferencial.
Ahora, con una Asamblea sin funciones, un gobierno dictatorial y una economía desgastada y caótica, la risa se torna en lloro y la vergüenza nos ofusca y ante los ojos del mundo nos hace desear ser invisibles.

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