Allende los mares, saben que …
(Artículo de opinión
publicado en la página 8 del diario El Nacional, el viernes 6 de diciembre de
2013)
Recientemente, la
semana pasada, en la revista internacional “The Economist”, un reportaje sobre
el estado Amazonas en Venezuela, me llevó a entender que se trataba de una
puesta al día para los generadoras de opinión en los medios económicos y
financieros internacionales, así como una advertencia a los mercados y a los
inversores potenciales en esta parte del mundo.
El cuadro que pinta
el reportaje es catastrófico. Lo más triste es que lo que ahí se describe, es
cierto, pero la censura velada que padecemos, silencia la realidad.
La visión expresada
sobre la democracia venezolana y el proceso llamado revolucionario, es
lapidaria. Se destacan en él los comentarios que derivan en el concepto de la
pérdida de la autonomía de los poderes, de la utilización del poder central
para anular la gestión posible de los gobernadores de oposición, la sumisión
vergonzosa de las fuerzas armadas, la corrupción galopante y brutal de la
Guardia Nacional, la connivencia complaciente del gobierno con las FARC
colombianas y, secundariamente, con el narcotráfico, el abandono de nuestros
indígenas y de los más necesitados, y la protección desmedida e insolente de la
minería ilegal y destructora de los recursos naturales. Todo ello bajo la
figura de instituciones del estado venezolano, supuestamente generadas por el
deseo revolucionario de una mejor Venezuela y convertidas, arteramente, en
gobierno paralelo al elegido por el pueblo.
No es la primera vez
que leo un artículo tan terrible sobre la Venezuela actual, pero si es la
primera vez que una artículo de esa naturaleza me conmueve de tal manera que me
lleva a preguntarme: ¿Adónde nos ha llevado esta supuesta revolución que ha
trastocado a uno de los países más ricos y potencialmente más capaces de
desarrollarse, en un feudo aplastador y explotador de sus ciudadanos, para
beneficio de otros y laboratorio experimental de ideas supuestamente
socialistas que, en realidad, son de dominación, control, subyugación y
exclusión, de al menos la mitad de la población?
¿Adónde nos
conducirán estos personajes llenos de envidia, odio, revanchismo y desprecio
por la democracia y, además, faltos de instrucción, respeto, consideración,
sentido de justicia y visión de futuro?
¿Por qué el pueblo se
dejó intoxicar de materialismo, consumismo, emocionalidad y sentimentalismo,
como están hoy, en vez de buscar, como corresponde a los pueblos cultos y
desarrollados, la racionalidad, el conocimiento, la espiritualidad, el orden y
la organización bien establecidos, duraderos, respetables y respetuosos de los
valores y derechos humanos?
Me siento
humillado por las consideraciones que en otras latitudes se hacen sobre
Venezuela y los venezolanos, pero, tristemente, esa es la realidad que nos ha
tocado vivir y no hemos sabido cambiarla, todavía.