Tara ra rá
Artículo de opinión publicado en la red de internet hoy miércoles 17 de julio de 2013.
La gran
mayoría de los venezolanos nos hemos convertido en economistas amateurs, aunque
serlo no da ni para comprar un pollo, cuando hay.
Efectivamente,
este es uno de los países de mayores contrastes económicos en el mundo, ya que
no sólo es un país muy rico, con muchos bienes en explotación y otros cuantos
por explotar, además tiene una renta petrolera que no es mayor porque a PDVSA o
no le da la gana o es que el ministro presidente de la compañía no sabe cómo
hacerlo, después de tantos años allí.
El país tiene
un millón de km2 de los cuales casi la mitad no están habitados.
Tiene ríos hasta decir más no. El agua le sobra y le falta a la vez porque no
está bien protegida, almacenada ni distribuida. Posee costas bellísimas que
quitan el hipo y paisajes impresionantes. Apenas somos unos 30 millones y en
los sitios más inhóspitos crece un mata de cambur y otra de mango. También
comemos chigüires, báquiros, morrocoyes, iguanas, lapa, cachicamos, babas y cuanto
bicho ande, vuele o nade. Tenemos buen café y mejor cacao. Sin hablar del
merey, las piñas, las guanábanas etc.
¡Qué riqueza,
Dios mío, y qué variedad!
Pero este
país es además un pozo de contrastes y tenebrosas acciones políticas,
económicas, judiciales y sociales. Tanto tenemos de que dar gracias y vivimos
arrepentidos de no sacar provecho de los bienes y dones que la naturaleza nos
brinda.
Venezuela van
varias veces que clasifica para la inflación anual más alta del mundo, o casi,
tanto general como en alimentos.
El rezago de
precios afecta tanto los bienes por producirse o explotarse, que puede resultar
absurdo producirlos.
Son tantas
las oportunidades de ponernos al día como nación con el resto del mundo
desarrollado, que ya tenemos la sensación de que ser tercermundistas y pueblo
sub desarrollado es una bendición que debemos agradecer a nuestros líderes en
los últimos tres quinquenios.
Al principio
nos convencieron de que ser rico es malo, ahora ya sabemos que no es así, lo
malo es ser desarrollado y pensar y actuar como los habitantes de otras
latitudes y pueblos que se consideran a sí mismo desarrollados. De hecho, ahora
ser rico es bueno y si se es rico por obra y gracia de brindar un negocio bueno
al oficialismo, mejor. El horror no llegará al pueblo, se quedará en las cifras
del Banco Central y en las pupilas de aquellos que sumaron, restaron y se
dieron cuenta de los faltantes.
Cualquier
economista teórico, académico y analista financiero, sabe que Venezuela es un
laboratorio, donde se están repitiendo casi todas las experiencias de
planificación y control de precios, oferta y demanda, que ha habido en el mundo
desde el año 301 de nuestra era cristiana. La diferencia es que ésta vez, nadie
cree en esas experiencias y a todos nos conmueve terriblemente ver el proceso
de destrucción del país.
Algunas de
las cosas más chocantes que padecemos los venezolanos es ver como se llena el
tanque de gasolina del auto (más o menos 35 lts/35.000 cc) con menos de ½ US
dólar al precio de cambio oficial y un frasquito de agua potable (200 cc)
comprado en la calle cuesta el doble.
A ls claras
nuestros administradores públicos parece que están más empecinados en mentirnos
que en decir y mostrar las verdades de nuestra economía. No hay momento en el
cual los ministros de las carteras económicas no digan que la inflación está o
estará controlada el próximo trimestre, que quienes criticamos al gobierno
somos aguafiestas, criticones y apátridas; sobretodo aquellos que no lo vean
así y no se den cuenta del crecimiento bárbaro de la economía local.
Al final de
las ecuaciones matemáticas del desarrollo de nuestra economía se encuentra lo
que se podría llamar la última medida, o el cartabón esencial de la vaselina
económica y financiera, el valor del dólar y su disponibilidad. Ambas cosas en
este país son relativas, espasmódicas o fantasmagóricas. El precio del dólar
es: (¿Cuál precio?, el oficial básico, el oficial básico 2, el oficial básico
subastado 3 –secreto de estado–, el de los billetes en Maiquetía y algunos
puertos o el que dicen por ahí, algunos) ¿? Tenemos una cifra para llamarlo
pero no para poseerlo. Programar, presupuestar, pensar en términos de futuro,
es poco menos que imposible y el trabajar aquí y producir aquí, se convierte
entonces en un albur.
Esa es nuestra
situación, en líneas generales, visualizada por mi, que soy, como dije antes,
sólo un economista aficionado, bien intencionado y al fin y al cabo,
autodidacta, pero que vivo el día a día del país que vemos deteriorase
rápidamente y con pocas salidas esperanzadoras y muchos compromisos acuciantes
y sofocantes.
Es difícil
que este país quiebre, pero es muy fácil que sigamos sin productos básicos para
el diario vivir, como el papel higiénico por nombrar el más conspícuo.