Nada me asombra
Este quizá no sea el título adecuado
para un modesto ensayo sobre la situación política de este país, tal y como la
veo yo. “Todo me asombra”, puede ser más acertado, pero no refleja mi estado de
ánimo ni mis expectativas. Me explico, la situación política, social, económica
y de seguridad, es tan seria que constantemente estoy esperando algo peor que
lo del día anterior. También me sucede que cada vez que me entero de algunas de
las barbaridades a que nos tienen acostumbrados los oficialistas, abro la boca
como un pez y me parece mentira que pueda suceder algo así en esta comarca. Al
rato, instantes, diría yo, acepto que lo único que podemos hacer es lo que
estamos haciendo y por tanto, como si fuera un inglés de esos de la novelas y
cuentos de humor, me sereno y con tristeza y entereza me digo que la vida debe
continuar y que algún día recibirán su castigo quienes lo merezcan, incluido el
suscrito –por la aparente desidia, que no siempre podré explicar, aunque yo la
entiendo con claridad meridiana. Así que termino diciéndome que “nada me
asombra”, y sigo viviendo, sin felicidad pero con la esperanza de que vendrán
tiempos mejores y que con mi granito de arena y el tuyo y el de ella, haremos
una patria mejor.
La velocidad con la que están sucediendo
los acontecimientos en Venezuela sólo es comparable con la velocidad a la que Maduro
está tratando de vivir su minuto de gloria. En el poco tiempo que lleva
ejerciendo el rol de Presidente, que le fue asignado por la maquinaria cómplice
del poder electoral, con la anuencia de la Asamblea, el encantado y embelesado beneplácito
de los enchufados y los militantes del PSUV, ante la mirada oblicua y patética
de las fuerzas armadas; Maduro, les decía, que seguramente sabe lo que le
espera si los jueces deciden ser justos y vivir de acuerdo a su compromiso,
decidió que probablemente no tendrá jamás otra oportunidad de vivir lo que está
viviendo y apostó a sacarle el jugo a la “Presidencia”.
La verdad es que lo ha logrado.
Hábilmente se ha hecho recibir por cuanto mandatario nos debe dinero y quiera
debernos más. Ha complacido cuanta solicitud política internacional le han
hecho nuestros acreedores. Ha chantajeado a cuanto gobierno ha querido. Su
manejo mediático ha logrado confundir la magnesia con la gimnasia, la policía
con el ejército, prevención con represión, persecución con información,
agresión con opinión y finalmente para ponerle la guinda al pavo, decidió que
tener a Snowden en Venezuela era un activo internacional invalorable, que lo
elevaría a la categoría de otro Fidel y lo haría aparecer como un disidente
global anti-imperialista, como el Ché Guevara y gran defensor de los pueblos
oprimidos como los EEUU.
Pero ni siquiera le preguntó a ese
individuo si el quería venir a Venezuela, a un país donde lo que el denuncia,
es el día a día y las razones para hacerlo son contrarias a las libertades que
el solicita y preconiza con sus actos. Así, que si acepta venir aquí, lo más
probable será que perderá su posición ideológica respecto de su decisión de ser
un mártir de la libertad de expresión y las libertades individuales en general
y se convertirá en un personaje más del circo mundial de los contestatarios sin
peso específico y de los habladores de pendejadas.
Hace un par de días la revista “The
Economist,” trajo un artículo (http://econ.st/122XPhp):
“Venezuela’s government. A circus without a ringmaster” (El gobierno de
Venezuela. Un circo sin Director) y lo resumía diciendo que: “Radicales,
militares retirados y espías cubanos se enfrentaban por el control de la
“pista” venezolana”. Es difícil no encontrar allí lo mismo que todos pensamos y
así de fácil es ver también que no hay soluciones inmediatas. Es como tener que
lidiar con una comunidad en que todos están imbuidos del mismo tema absurdo,
maligno y fatalmente destructivo y la falta de razón, la incapacidad de pensar
en forma que no sea lineal e impuesta y estimulada por el gobierno, hacen que
nuestros compatriotas no vean otra posible salida y sigan camino al precipicio.
Ni que nos paremos enfrente, ni que amenacemos, como hacen ellos, o les
ataquemos físicamente, como también hacen ellos, hay señales de cambio.
Elías Jaua, el actual canciller, no
pierde oportunidad de ventilar sus temores sobre la posibilidad, incierta o
fantasiosa, de que la oposición “se porte mal” y haga, preconice o participe de
un golpe de estado. Ciertamente es en su mente y en sus profundos sentimientos
de culpa donde anida tal cosa. Él sabe que lo que siente no es el embate
dialéctico de la oposición, sino su propia conciencia que ya no puede más… Y
sabe también que la sólida estructura de la cual disfrutó durante el gobierno
de su mentor Chávez, ya no existe y que lo que queda de estructurado en el
PSUV, su partido y en el oficialismo, son sentimientos y emociones que no se
apagan todavía y necesidades creadas por las muchas prebendas y ventajas
ofrecidas y poco cumplidas, que ha sido la firma del populismo venezolano en
los últimos quince años.
En fin, el propósito hoy era el de
hacerme solidario con el artículo mencionado de la revista “The Economist” y
hacerles saber a ustedes que yo también, como ellos, opino que el gobierno de
Venezuela se mantiene junto por que está pegado con saliva de loro (“… with
parrot spit”).