Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

sábado, 27 de julio de 2013

Simón y la salud


Artículo de opinión publicado en la red de internet hoy sábado 27 de julio de 2013.
Los médicos venezolanos estamos a la espera de escuchar y leer las opiniones de algunos de nuestros colegas más sesudos respecto de las nuevas disposiciones que ha impuesto el gobierno nacional. Me refiero al decreto de regulación de los precios de las clínicas privadas: Providencia Administrativa 294 (Gaceta Oficial 40.160.
Pocas voces se han levantado hasta el momento. En privado muchas, en público casi ninguna. No creo que sea por miedo, más bien por perplejidad y por la espera de ver que nos va a tocar a los actores de ese drama, porque por ahora están “regulando” los teatros, pero luego, es obvio, lo harán con los autores de los guiones y los actores.
No entiendo que es “regular” según lo planteado en esa providencia administrativa, porque si regular es calcular todos los costos reales, incluyendo las depreciaciones, ganancias de capital y la reposición de equipos e inventarios, la capitalización y ahorro para nuevos equipos y tecnologías, así como las eventuales pérdidas por obsolescencia y asistencias en situaciones catastróficas, todas situaciones, costos y programas que las clínicas privadas deben tener, es un absurdo de marca mayor fijar precios a los servicios sin haber estudiado individual y colectivamente esos costos mencionados. Fijar precios a las clínicas sin estudiar sus costos es ahogarlas y condenarlas al más rotundo fracaso.
Una clínica privada no tiene el apoyo gubernamental. El gobierno, para sus hospitales, puede, si lo desea, no tomar en cuenta los costos que mencioné antes, pero sus responsabilidades incluyen necesariamente todas esas situaciones y tendrán más tarde o más temprano que resolverlas. Los privados, no. Nosotros no cobramos impuestos a nadie, cobramos lo justo para mantener andando nuestros servicios médicos con poco o ningún beneficio, por ejemplo, en los últimos veinte o más años yo no he recibido un bolívar de beneficios de mi participación accionaria en la clínica privada en la que laboro diariamente, todo se reinvierte en mejorar nuestros servicios y el verdadero beneficio a los accionistas es la calidad del servicio que prestamos y el adecuado, eficiente y agradable lugar y ambiente en que lo hacemos.
Es probable que la medicina privada deje de existir dentro de algún tiempo, pero primero habrá que tener con que sustituirla y aquí no tenemos cómo hacerlo, hoy. El mañana está bastante lejos. Entonces la solución no es estrangular la medicina y asistencia privada, es hacer que la pública por su calidad y ubicuidad sea preferible. Llámennos a integrar el sistema, dótennos de posibilidades, dennos sueldos dignos que nos permitan vivir adecuadamente y continuar formándonos. Hasta las piedras saben que los médicos estudiamos todo el tiempo, toda nuestra vida útil profesional.
Recientemente Simón, un primo, que es un mortificado colega, médico internista y cardiólogo, ha escrito una carta pública dirigida a sus pacientes, familiares y amigos, que toca estos puntos muy sentidamente y con la ansiedad propia de quien sabe que se le ha impuesto una sentencia letal sin juicio y sin defensa posible, con sólo la presunción de la que es capaz una ideología trasnochada que cree que las cosas que benefician a la humanidad se aplican y organizan solas. La de él es una de las pocas voces que han sonado en ésta ocasión. Necesitamos de todos para que nuestras opiniones al unísono demuestren nuestro compromiso con la salud y el rechazo a la imposición de precios a la fuerza a los servicios que prestan las clínicas. Precios desarticulados de la realidad del funcionamiento y costos que les toca afrontar para su funcionamiento óptimo.

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Médico psiquiatra en ejercicio