Manual para vivir aquí
(Artículo de opinión publicado en la página 7 del diario El Nacional, el viernes 2 de agosto de 2013)
No espere el ilusionado lector encontrar
en este artículo el resultado de su esperanza. Por el contrario, es una
solicitud ansiosa y perentoria que hago a los habitantes de este casi desbaratado
país, para que asumamos esa tarea. Si nos ponemos de acuerdo unos cuantos
cientos de venezolanos, inmigrantes y visitantes, quizá podamos juntar reglas y
buenos consejos, que permitan a los futuros lectores de ese necesario manual,
afrontar la vida diaria y los acontecimientos legales, económicos y de su
salud, así como los papeleos, entender las noticias políticas, económicas y
sociales, y comprender las estadísticas y, por supuesto, aceptar con serenidad
piadosa, bien aventurada y esperanzada, las decisiones judiciales o la falta de
ellas.
Trataré hoy de transmitir a
ustedes esa expectativa de cómo hacer para vivir mejor en Venezuela con sobresaltos,
temores, carencias, desconfianza en las instituciones y el gobierno.
Sugiero que el manual comience
por explicar que aquí un asunto puede significar lo contrario de lo que significaría
en otra parte del mundo. Ejemplos: “mayoría de votos” significa minoría de
candidatos investidos, tanto en la Asamblea como en la Presidencia de la
República; un cargo público ganado por votación electoral, es inmediatamente
desconocido y supeditado a otro cargo inmediatamente decretado, no electoral y
de mayor poder; una persona es detenida para averiguación penal por más de 45
días y “no está presa”, pero tampoco tiene medidas que le permitan estar en
otro régimen legal y así puede durar años y sin saber porqué está allí; hay
libertad de expresión pero se graban las conversaciones personales con
impunidad y complacencia “legal”. Nadie puede tener paz en sus conversaciones y
expresiones en intimidad, pronto no habrá amistad que soporte la sospecha.
Hemos visto casos insólitos, con
la más exagerada forma de pensamiento por reducción al absurdo: una subasta al
revés. No ganan los que ofertan más ni los que ofertan menos –que ya sería
cuestionable– sino los que ofertaron de acuerdo a lo que el gobierno deseaba.
Aquí se llama protección de los
derechos humanos a la desidia para con aquellos ahora desvalidos por razones
viscerales de los gobernantes.
Y en salud, la atención médica
pública es deficitaria y es mejor a nivel privado, pero le fijan precios a las
clínicas y sus servicios. Precios que no han sido auditados ni discutidos y por
tanto llevarán al cierre o a la quiebra a esos institutos, empeorando la
asistencia a los ciudadanos. A esa imposición el gobierno la llama
“regulación”.
Gradúan “médicos” que creen que hicieron
estudios suficientes, pero luego entran en frustración porque no tienen los conocimientos mínimos
necesarios para su práctica profesional y sienten en carne propia su
incompetencia.
Como ven, ese
manual es necesario…