Aquí, sí hay crímenes y delitos
(Artículo de opinión
publicado en la página 7 del diario El Nacional, el viernes 7 de junio de 2013)
Es sorprendente como los gobernantes de
Venezuela están descubriendo el agua tibia catorce años después de haberse
sentado a observar la debacle progresiva y cotidiana del país que les tocó
gobernar.
La última, es que acaban de darse cuenta que 90%
de los secuestros están vinculados a los cuerpos policiales.
Las verdades que todos conocemos y que se han
develado en prensa, radio y TV, por personas que han sido víctimas de robos,
asaltos, secuestros, agresiones y coimas o peajes, no son reconocidas como
verdades hasta que la sangre llega al río o le toca padecerlas a alguien ligado
con el gobierno.
A eso se le llama problema de comunicación y es
porque la información de las víctimas no es escuchada, no interesa. No interesa
ni el suceso ni la víctima.
La falta de comunicación entre las víctimas y el
estado trae como consecuencia el incremento de la criminalidad, en numero de
casos y en gravedad y variedad del crimen , ya que no sólo no hay quien escuche
y por tanto no hay registro del delito, sino que tampoco hay culpables y hay
impunidad, lo que incita a la perpetración de delitos cada vez más severos.
Los procesos de depuración de la policía han
sido más por cuestiones políticas y temor a las conspiraciones y uso de fuerzas
locales, que por un deseo de adecentar los cuerpos policiales. El gobierno le
tiene más miedo a un policía con armas largas, que a un mono con un revolver.
Además, las políticas chucutas y miopes, le quitaron las armas a los policías y
los dejaron desvalidos ante los criminales mejor armados y muy experimentados.
Años llevamos oyendo de la leyes de desarme y de
la formación de nuevos cuerpos policiales. El resultado es que la cacareada ley
no existe, que se fundó una policía nacional que es insuficiente y tiene los
mismos problemas que las anteriores y, para colmo, se le entrega la vigilancia
policial urbana a las FANB, que no saben de eso y las llevan a las ciudades a
aprender malandrología. Como lo hicieron los cuerpos policiales.
El descuido, la negligencia, la
tolerancia al crimen y la complicidad velada con las fuerzas oscuras del
delito, tienen un precio muy alto. ¿Cuándo cobraron o cobrarán esas cuotas en
dinero, favores y poder? No se puede saber con certeza.
Las cárceles ya no son una opción
para la justicia. De criminal suelto a prán preso, haciendo lo mismo, sólo hay
un paso.
No hay arreglo posible, ni la
denuncia tardía ni la presión a última hora harán mella en la criminalidad.
Sólo la firmeza, constancia y dureza en la aplicación de las leyes que tenemos
y las que nos faltan por aprobar, junto con la pulcritud administrativa y
docente en el manejo de las cárceles, traerán en el largo plazo la disminución
de la criminalidad que hoy nos acosa y que el lunes pasado fue que se dieron
cuenta quienes debía saberlo desde hace mucho tiempo.