Paranoia gubernamental vs. Pasividad opositora
(Artículo de opinión publicado en la red de internet hoy viernes 31 de mayo de 2013)
Para un observador desprevenido
en psicopatología, como suelen ser todas las personas sin la deformación
profesional que nos aqueja a quienes lidiamos con las enfermedades de la mente,
la actual situación política venezolana denotaría únicamente la excesiva
preocupación por la paz, la tranquilidad, la estabilidad gubernamental y la
posible felicidad de la nación venezolana. Si el observador agudiza su
percepción es posible que note que tanto el gobierno como la oposición a pesar
de las muchas cosas que se dicen, nunca se dicen demasiado, no se terminan de
perseguir unos a otros, ni tampoco lanzan acusaciones muy definitivas. El
recelo de ambas partes es un hecho. Mejor dicho, era un hecho. Las cosas han
comenzado a cambiar.
Antes, en la época dorada del
chavismo, las cosas eran como están narradas en el párrafo anterior. Ahora, en
ésta era de caída libre del socialismo del siglo XXI, se han recrudecido las
posiciones y han aparecido agresiones, denuncias y amenazas. El gobierno ha
incrementado su paranoia, la oposición también. El Gobierno se ha sensibilizado
respecto a sus debilidades públicas y ha arreciado su persecución a los líderes
políticos de los dos bandos. La oposición sabe cual es su fortaleza: luchar por
el reconocimiento de que hubo fraude. El gobierno está consciente de su
fortaleza: no hacer nada, dejar que languidezcan las demandas y exigencias
opositoras.
Al gobierno todo le asusta, en
todo los actos de la oposición ven una posible agresión, una conspiración política
y criminal, o una conchupancia internacional para desestabilizar o acabar con
el gobierno, o una invasión imperialista como la de Irak. Nadie se salva, no
hay gobierno extranjero que no sea golpista, excepto, por supuesto aquellos que
mostraron suficientemente su dependencia y obsecuencia al finado Presidente
Chávez.
La situación de suspicacia
paranoide que muestran los jerarcas del gobierno es de tal calibre que se han
perdido la confianza entre ellos. Situación a la que contribuyó efectiva y
contundentemente el audio de Mario Silva, pero que ya había tenido un prólogo
premonitorio emitido por el ex–juez
Aponte Aponte.
Se están acabando las
oportunidades de cubrir con un capotazo las tortas y denuncias graves de personajes
del gobierno. Desde jueces venales confesos hasta espías venezolanos para
potencias extranjeras, pasando por narcotraficantes presos que también
prendieron el ventilador. ¿Qué más tendremos que oír para que el oficialismo se
de cuenta de la degeneración moral y la fractura ética de muchos de sus
miembros y cómo estos se amparan bajo la sombrilla de estar siendo agredidos
por las fuerza malignas opositoras combinadas con la CIA, el Mossad y quien
sabe qué más.
Además, ¿hasta donde van a
llegar las instituciones públicas como el CNE y el TSJ en su artera,
irresponsable y desfachatada actitud de no decir la verdad ni cumplir las
solicitudes que constitucionalmente les son exigidas?
¿Cómo va a ser posible que el
CNE se niegue a revisar la posibilidad de que los muertos hayan votado en las
elecciones o a dar las cifras del número de veces que los presidentes de mesa
utilizaron la prerrogativa de apretar el capta huellas y obtener la posibilidad
de votar por alguien?
¿Cuánto va a durar el juicio en
el TSJ para impugnar las elecciones? ¿Hasta que se tomen las quince mil o más
declaraciones de los testigos e involucrados en las denuncias de fraude? ¿Diez
años o más?
¿Cuánto tiempo va a soportar el
ciudadano venezolano esa tomadera de pelo, esa falta de respeto?
¿Qué vamos a hacer y cuando,
pues si lo dejamos para después puede sobrevenir el caos y eso no es conducible
ni orientable y mucho menos dosificable?