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martes, 28 de mayo de 2013

Salazar el espía, ¡qué desilusión!


Artículo de opinión publicado en la red de internet hoy martes 28 de mayo de 2013.
He sido gran aficionado a las novelas de espionaje y también a las historia de personajes que lo han ejercido. Quizá por deformación profesional también me ha interesado leer sobre falsificadores de todo tipo y sobre suplantadores y usurpadores de personalidades, mitómanos, personalidades múltiples, cerebros grises y poder detrás del poder. Como se puede ver una gama de personas con actitudes muy similares en cuanto a la perversidad de sus conductas.
Siempre me parecieron, todos ellos, unos bárbaros. Historias interesantes pero poco edificantes. Nunca vi en ellos nada digno de admiración. Jamás reconocí el tan cacareado patriotismo que algunos utilizaron como argumento para sus traidoras acciones.
Por supuesto, hay una diferencia entre un agente secreto tipo James Bond y un espía, me refiero a un espía de esos de verdad verdad, de los que se pasaron la vida ganándose la confianza y aprecio de quienes luego traicionan. La triste realidad de los espías es la traición, el engaño, la venalidad y el desprecio por quienes les brindaron apoyo y afecto.
Los espías han sido una necesidad antiquísima. Sun Tzu en el “Arte de la guerra” los cree utilísimos y así debe ser dada la cantidad de ellos que hay y han habido.
Todos los espías terminan sintiéndose héroes y algo de eso es cierto. No están exentos de valentía y arrojo. Pero lo que me cuesta trabajo aceptar es que puedan constituirse en un modelo a seguir, por muy frecuentes que sean entre la humanidad, por muy necesarios y útiles que sean para la guerra y para el desarrollo económico, científico e industrial de algunos países.
Cuando un espía alcanza relevancia social, económica, política y de poder en un país y llega a creerse arbitro máximo de la conducta de los ciudadanos y para colmo siente que debe acusar a ciudadanos descarriados y desafectos con su jefe político extranjero y lo hace a través de quien dirige la red local de espionaje político militar más grande y exitosa que se conoce y que, además, ha conseguido el consentimiento, anuencia y estímulo de los gobernantes y militares de ese agraviado país y de muchos de los ciudadanos que han llegado a creer que tal actitud es adecuada, moralmente aceptable y digna de imitación, algo no está bien en esa sociedad, está podrida o es simplemente perversa.
Yo no conozco otro país que haya sido entregado más mansamente a otro que Venezuela a Cuba. Todavía recuerdo cuanto se luchó aquí contra las invasiones del los castristas, para nada. Al final, sin disparar un tiro y sin más trauma que el ver su bandera junto a la nuestra y oír el sonsonete cubano, se han cubanizado parte de nuestras fuerzas militares, de los servicios notariales y de registro, los puertos, y hasta diputados.
Me encantaría que la invasión de cubanos a Venezuela hubiese continuado como venía, con gente trabajadora, tristemente desplazada, que creía haber encontrado un lugar para crecer y desarrollarse y dar a cambio una excelente tradición de familia, trabajo y esperanza. Pero ahora no es así. Los cubanos que nos invaden, son ideológicamente comprometidos con hacer de nosotros sus clones y llevar a la sociedad venezolana a un estado de pasividad, aceptación y carencia de agresividad, informe y moldeable a gusto y necesidades de los jefes imperialistas cubanos del momento.
Nuestro muy famoso, gracioso y vernácula, “Salazar el espía”, que todos conocen y nadie le paraba bolas, resultó de verdad un peligro grave. Pero más allá de eso, desprestigió su propio quehacer. Utilizar un cederrón en lugar de un micropunto fotográfico, una entrega directa al jefe en lugar de intermediarios guillados y secretos. No usar una transmisión radial encriptada, etc. Ese desprecio por lo tecnológico indica el grado de seguridad que maneja el espía en las medidas y fuerzas de contraespionaje e inteligencia de este país.
Ya no tenemos futuro, nos han dejado sin esa posibilidad, porque individuos como ese presentador de TV que envió descaradamente un CD con la información sobre la política y la corrupción venezolana a Raúl Castro, también ha puesto de manifiesto que su falta de recato, prudencia y respeto por la infame profesión de espía, significa, ni más ni menos, que en Venezuela la impunidad es la regla y la actuación de muchos políticos venezolanos, que yo y usted consideraríamos espías, es aupada, reconocida y señalada como un mérito político e ideológico.
Por último, pretendo dejar muy claro que defenderé el derecho de Mario Silva a decir lo que le parezca en su programa de TV, en el entendido que es el único responsable de sus opiniones y como tal deberá responder en caso necesario. Pero, así mismo, no le reconozco derecho o permiso alguno para ser espía.
¡Qué tristeza y qué desilusión!

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