Desfachatez, otra vez
(Artículo de opinión
publicado en la página 7 del diario El Nacional, el viernes 24 de mayo de 2013)
De repente, el lunes, resonó en todo el país la
voz de Mario Silva tirando al pajón a sus camaradas, en una grabación que según
decía debía llegar a Raúl Castro en Cuba.
Dado su notorio nivel de falsedades y
tergiversaciones en contra de la oposición, es difícil creer lo que cuenta en
esa grabación. Es él quien habla, no hay duda. Sus estados de ánimo se
corresponden bien con los que manifiesta en su manera de referirse a supuestos
enemigos y a quienes no tienen tan altos estándares morales como él.
Si hay alguien en este mundo que ruegue a Dios
cada día para que no haya justicia, ese debe ser Mario Silva. De no ser así, no
puedo imaginar cuantas demandas por difamación e injurias tendría acumuladas en
este momento.
Pero esa es la vida en Venezuela, donde el
insulto, la mentira, la injuria, la maledicencia, la insolencia, la grosería y
la falta de respeto, han tomado por asalto el lenguaje y éste las ondas
hertzianas en teléfonos, radio y televisión. El lugar común es la denuncia, la
demonización, la descalificación y la agresión verbal y física, que han llegado
a dominar la sociedad junto con medio millar de muertos por mes, agresiones y
patadas a los diputados con imposiciones que coartan o cercenan sus derechos y
los falsos testimonios de propios y extraños que implican a cualquiera, sea o
no culpable, da igual.
Yo quiero creer que es verdad lo que dice Mario
Silva. Los oficialista ahora no quieren creerle. Necesitamos que los
acontecimientos desenmascaren, no a esos personajes que el menciona, que son
desechables, carne de cañón, sino a los manejadores de marionetas que han
cautivado y manipulado las personas que descarada y vilmente, han entregado nuestra
patria a unos chantajistas y aprovechados que no nos quieren, pero nos
necesitan, que no les importamos nada, pero nos usan y, finalmente, que han
logrado infiltrar todo el estamento político, judicial, militar y de servicio
público, para, sin la anuencia ni interés de nuestros conciudadanos,
convertirnos en sus proveedores infinitos e inculcarnos una ideología que nadie
entiende y que ha resultado ser la que produjo a Mario Silva y a todos los
personajes que danzan en ese drama horrendo que él le narra a su mentor Raúl
Castro, como informe regular sobre su apreciación del efecto de la cubanización
de Venezuela, que ya no es tan decente, pero está regresando…
Necesito que sea verdad. Seguiré creyendo en que
es la primera vez que Mario Silva dice la verdad. ¡Qué alivio saber parte de la
verdad!
¿Qué harán ahora los implicados? ¿Qué va a pasar
con Mario Silva y con el teniente coronel cubano que le sirve de parco
interlocutor?
La verdad es que no me importa lo que hagan, ni
lo que les hagan. Creo que ninguno de ellos merece nada mejor que el olvido y
si es en una cárcel para siempre, mejor.