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sábado, 4 de mayo de 2013

¿La odisea, hoy?

(Artículo de opinión publicado en la red de internet hoy sábado 4 de mayo de 2013)
Es probable que Homero no haya sabido nunca de la enorme influencia que tuvo la narración del largo viaje de Odiseo (Ulises) a Ítaca. En los casi tres mil años desde la creación de esta obra, ha sido lectura obligada de toda persona que supiese leer y tuvo siempre alguna incidencia en el comportamiento de las personas del hemisferio occidental. Aún hoy día sigue siendo lectura obligada y sigue influyendo en las personas.
Son muchas las enseñanzas que pueden obtenerse de la lectura y reflexión sobre esta obra. No es este el lugar ni el momento de analizarlo, pero es bueno recordar que esas obras maestras que son patrimonio de la humanidad por su calidad, ejemplo y facilidad de entenderlas, son también modelos a seguir por quienes carecen de otros modelos a imitar que puedan influir en su formación como personas.
Odiseo fue un personaje terrible. Luchador incansable, aguerrido y sin compasión. No se le aguaba el ojo, como decimos en criollo. No parpadeaba para de un flechazo o un lanzazo despachar a un enemigo o a un sospechoso de serlo. Rodeado de su camarilla de guerreros incondicionales, enfrentaba fuerzas mucho mayores en numero y armamento, y cuando se queda solo, a su regreso a Ítaca, disfrazado de mendigo y ayudado por su hijo y dos amigos, decide matar a los pretendientes de Penélope, su esposa.
Antes de asesinarlos, casi sin pelear con ellos, pues les cae a flechazos y lanzazos, sin previo aviso,  hay un breve episodio en la narración de Homero que llama a reflexión por su repercusión en las letras y en la medicina. Se trata del momento en que uno de los pretendientes de Penélope coge una pata del buey que han asado y se están comiendo y se la tira a Odiseo, que la esquiva mientras en su rostro se dibuja un rictus de amargura, dolor y hasta satisfacción que ha sido denominado “sonrisa sardónica”. Quizá, mientras pensaba: “… de qué te vale ese gesto de agresión con una pata de buey, que esquivé y ahora, en un ratico, te voy a matar…” Y así fue.
Esa risa sardónica ha sido tomada por los médicos como definición semiológica de algunos procesos de enfermedad tales como la enfermedad de la Rabia y otras.
Como vemos, reírse puede ser también una fuente de velada y terrible agresividad, incluso muy desproporcionada con el hecho que origina esa expresión. Nunca sabremos si la pata que le tiraron a Odiseo era para que siguiera comiendo, ya le habían dado otra porción del buey –no nos olvidemos que estaba disfrazado de mendigo– o una verdadera agresión. Lo cierto es que el destino estaba trazado, la estrategia se estaba cumpliendo cabalmente. Para cualquier mente aguda y avezada en la lectura de los comportamientos humanos y de la psicología de los gestos, no hubiera pasado desapercibida la terrible y ominosa amenaza de esa risa sardónica, presagio de un futuro fatídico. Y así fue, como dije antes.
Modernamente, hay muy pocos Odiseos andando por el mundo. Quizá ninguno. Pero hay muchos imitadores de esas cualidades indeseables que desplegó el héroe homérico en su tiempo. Hay personas que se ríen ante las agresiones que desatan sus cómplices contra sus enemigos y parecieran decirles lo que todos imaginamos…
Ojalá, como siempre, Dios mediante y perdonen la redundancia, pero invocarlo siempre será insuficiente, no sea eso lo que presagian los sucesos de la Asamblea de Venezuela y más bien se trate de un rictus de temor ante la posibilidad de que María Corina se levantase del suelo en medio de los golpes y patadas que le daban y dada la cercanía le hubiese podido meter una cachetada o un puño –porqué no– al Presidente de la Asamblea, que está en este mundo por que Dios lo regaló…, pero que estaba en ese momento absorto en pensamientos de revanchismo, dominación y odio clasista.
No me da la imaginación para fantasear sobre que hubiese pasado en la Grecia antigua si en el Ágora hubiesen sucedido eventos como los de la Asamblea Nacional de Venezuela. Como venezolano siento vergüenza por la Asamblea. Como ciudadano siento orgullo de nuestros diputados de oposición por su firmeza y valentía.

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