Los angustiosos récipes
(Artículo de opinión
publicado en la página 11 del diario El Nacional, el viernes 12 de abril de
2013.
La indicación de remedios ha
cambiado desde que los curanderos preparaban sus combinaciones de hierbas y
cualquier otra cosa que considerasen conveniente y que pudiese generar en el
paciente esperanza y alivio. Al principio eran secretos con más magia que
ciencia y así permanecieron por siglos. Algunos absolutamente ineficaces pero siempre
generadores de las más altas expectativas.
La práctica fue logrando normar
su preparación. Los avances de la ciencia de la mano de la alquimia, lograron
la aparición de sustancias más depuradas y nuevas vías de aplicación.
Hasta hace menos de 100 años,
muchos preparados farmacológicos, indicados por los facultativos eran
concepciones personales y hasta llevaban su nombre. Algunas de ellas han
permanecido y otras han sido olvidadas y sustituidas por preparados más
modernos e industrializados.
La prescripción de medicamentos
llegó a ser un arte que desarrolló un lenguaje propio, todavía usamos la ℞
con un palito atravesando su patica, que es una abreviación del latín
“recipere”: reciba, tome. Así, como suena, imperativamente. En algunos países
permanecen todavía inalterables las partes del récipe, incluyendo la que indica
como debe el farmaceuta inscribir en el recipiente la forma de tomar el
medicamento –en latín “Sig.”, abreviación de “signa”, señale, etiquete.
Así pues, no hay novedad alguna
en las nuevas disposiciones que según la Gaceta Oficial deben entrar en funcionamiento
pronto. Son viejas y sanas prácticas que el estado debe mantener y fomentar para
una mejor atención al individuo.
El problema que se nos ha
presentado es otro. No basta con ser lógicos y organizados, primero hay que
determinar si tal cosa es posible. Veamos, todos debemos comer comida
balanceada y frecuente, pero no siempre sabemos que es “balanceada” y la
frecuencia a veces no es posible. Que las medicinas se dispensen sólo con
récipes bien hechos, es deseable. Pero ¿dónde están esos récipes impresos que
se necesitan en los hospitales y centros de diagnóstico y atención médica
populares, por duplicado y con las indicaciones aparte? ¿Dónde están esos
médicos que van a atender a las colas de personas requiriendo récipes para casi
todo? Y los medicamentos, ¿dónde están, cuántos principios activos tienen dos
alternativas comerciales como mínimo?
Abaratar la medicina es una
aspiración de todos, pero este gesto de organizar y modernizar el expendio de
medicinas, tendría que haber pasado primero por la organización de servicios
médicos de calidad, cantidad, asistencia e inventario. Tendría que haberse
regulado de forma más clara y definida la prescripción de medicamentos por
largos periodos o permanentes y permitir la prescripción de medicamentos a
otras personas del equipo de salud.
La teoría es buena, la práctica
será un caos, caro y desesperante.