El cambio que no fue… (Todavía)
Siento que desde el domingo 14
de abril para acá he vivido en 2 días algo así como 6 años. Tan fuertes han
sido los acontecimientos, tan dramáticos y tan excesivamente controlada la
furia, la desilusión, la frustración y el deseo de revancha, que creo que de
repente vamos a explotar todos, como en las comiquitas, y de ese “Bang…”
saldrán chorros de luz enceguecedores y radiaciones punzantes que sólo
maltratarán a quien no tenga la conciencia limpia y el alma clara y
transparente. A mi, por supuesto, me hundirán las radiaciones en el fango de la
rabia y no podré salir de allí en 6 años más –penitencia obligada por haber
sido orgulloso, jaquetón, burlón y haber despreciado y menospreciado al
oficialismo– pues no tengo la conciencia limpia, mi alma está turbia y es
difícil verme yo por dentro y que me vean los demás. Se me pasará, estoy
seguro, quizá para el final de esta nota, ya esté algo más claro. No lo sé.
Francamente, no se si ganó o
perdió Maduro, o mejor dicho, el chavismo sin Chávez. Tampoco tengo total
certeza del triunfo de Capriles. El CNE no me ha convencido, ni a Capriles
tampoco, ni a mucha gente. El 100% del recuento, apenas 46% más que la
auditoría obligada, me ayudaría a aceptar las diferencias entre los candidatos.
Quizá si la señora jefa del CNE hubiese propuesto, como lo hizo el Rector
Vicente Díaz, el contaje del 100% de las cajas como refuerzo psicológico de la
aceptación de una victoria mínima, no nos hubiésemos sentido tan inseguros de
la postura oficial y de la totalización y proclamación del CNE.
Pero es que además la actitud
general, injusta, sesgada, despreciativa, autoritaria y, obviamente,
pro-oficialista de las cuatro rectoras del CNE, me conduce, ineludiblemente, a
sentir como cierto el saboteo oficialista hacia los intereses y voluntad de la
oposición. Con todo y eso, estoy seguro de que las reglas del juego, aunque hayan
tramposos, exigen que aceptemos ir a elecciones con ese CNE como arbitro, pero
que, con todo derecho y gran firmeza, les exijamos, al menos, las mínimas
seguridades de que sus cifras son comprobables. Recordemos una vez más aquel
dicho de Julio César sobre su repudiada esposa, según lo cuenta Suetonio: “por
que es preciso que todo lo que me pertenece esté tan exento de sospecha, como
de crimen”. Esta misma historia es contada también por Plutarco y según él la
frase fue: «A la mujer del César no le basta con ser honesta, sino que además
debe parecerlo».
Para mi, simplemente, la
proclamación del dedocrático candidato oficialista, como victorioso en la
contienda electoral, no está exenta de sospecha ni de crimen. Es decir, no parece honesta.
Además de lo dicho nos encontramos
con cientos, en realidad son miles, de denuncias de irregularidades a las que
no se ha prestado atención o al menos no la debida atención, por parte del CNE.
Si juntamos unas cosas con otras
y lo aderezamos con un poco de imaginación y hasta de suspicacia veremos
entonces el panorama al cual quiere seguir llevándonos el oficialismo, sin
salidas aparentes, ni respeto al ciudadano.
El sólo hecho de haber sido
denominado candidato del oficialismo una persona que no ha demostrado sus
capacidades políticas ni administrativas en otro ambiente que no fuese el de
“bien mandado”, cuya hoja de vida marca la falta de aspiración por ser el jefe
de los venezolanos y remarca su necesidad de ser guiado, subordinadamente e
incuestionablemente por sus jefes Fidel y Chávez y, además se siente hijo de
quien no lo es y líder de quienes no lo sienten como tal, nos está diciendo a
gritos, que además de mentiroso hay una falsedad intrínseca en su persona. Se
trata pues de un personaje construido por el oficialismo para demostrarle al
pueblo confiado en ese proyecto, que ellos en realidad creen y siente lo que
ellos les quieran hacer creer y sentir. Son marionetas criollas, sin
personalidad ni pensamiento propio. ¡Qué burla, Dios mío!
No se cuando vendrá el cambio
efectivo de gobierno. Siento que ya está aquí, que los ojos se están abriendo
paulatinamente. Cada vez somos más quienes adversamos este guiso que es el
gobierno actual. Cada vez son menos quienes están dispuestos a calarse la
opiniones y las imposiciones políticas y personalistas de otros.
Está ya claro que la mentalidad
está cambiando, ahora sólo faltan unos cientos de votos que o salen de la auditoría
total o de una nueva elección, más pronto que tarde.