¿Tubo, cueva o calle?
(Artículo de opinión
publicado en la página 9 del diario El Nacional, el viernes 15 de marzo de
2013)
Los venezolanos acabamos de
vivir un triste y luctuoso episodio mediático, ecuménico, político, electoral y
populista, que nos dejó agotados, poco esperanzados respecto de cambios positivos
en la política nacional y con sentimientos mezclados de frustración, dolor,
esperanza, incertidumbre, temor y envalentonamiento.
Sobre todo tenor. Ya lo dijo
Capriles: “¿Nicolás, a qué le temes?”
Nicolás y todos, tememos algo.
Pero no es el mismo temor. El de él va ligado a las expectativas y exigencias
de sus jefes y a las tramoyas electoreras y propagandísticas que se están
descubriendo y que lo van a dejar mal parado ante el pueblo que ingenuamente
cree y espera su advenimiento.
No hay nada más grotesco que una
imitación. Los imitadores de oficio suelen hacerse famosos por la exagerada
similitud al personaje imitado. En Venezuela hemos tenido magníficos
imitadores, cuyas rutinas han sido espectaculares y son recordadas con cariño y
sonrisas. Ahora la cosa cambió. Ya no serán imitaciones bufas solamente, ahora
serán bufas, abusivas y peligrosas. Cada decreto o acción del Delfín imitador,
va a ser una granada sin espoleta o una entrega más del país y sus bienes.
Los imitadores no construyen la
personalidad del imitado ni tampoco la absorben. Se basan en sucesos
hipertrofiados por la inspiración humorística y de ahí pueden salir
barbaridades cómicas que mueven a la angustia y a la risa. Veremos como lo hará
el imitador oficial. ¿Qué tanta angustia y cuan poca o mucha risa o temor nos
causará?
Por el momento está claro que la
oposición no respira ni libertad ni paz y mucho menos tranquilidad. Los
mensajes han sido claros y definidos, aunque injustos, abusivos y ventajistas:
o se entuban por un camino de obsecuencia y sumisión, o no tendrán espacios ni
momentos en este país.
Así que, como otras veces en la
historia venezolana, no nos va a quedar más camino que rechazar el entubamiento
e ir a la cueva o a la calle. Enconcharnos y desde el anonimato clandestino
pero comprometido con el futuro de Venezuela y los venezolanos, hacer lo que
debemos hacer, todo el tiempo, en todas partes. O hacerlo, frontalmente, en la
calle, desde ya, como Capriles.
Sabemos de sobra lo que va a
ocurrir: el ventajismo y la retaliación por las fantaseadas agresiones (paranoia
política institucionalizada) y las “irresponsabilidades”, están en marcha. Las
represiones y carcelazos, vendrán.
Debemos de forma constante,
machacona y frontal, descubrir y poner de manifiesto las mentiras, los engaños,
las tergiversaciones y las tramoyas sociales, legales, jurídicas y económicas,
que han cohonestado en el oficialismo.
Morir callados no es opción.
Presentarse con franca y verdadera honestidad, sí lo es. Los votos serán en
definitiva la muestra de lo que decimos, hacemos y deseamos para nuestro país.