A río revuelto, ganancia de pescadores
(Artículo de opinión
publicado en la página 7 del diario El Nacional, el viernes 1 de marzo de 2013)
Proverbio antiguo de validez
permanente y que en este país, por arte de birlibirloque ha adquirido nuevo
significado: ahora no son los pescadores quienes se benefician del río
revuelto, por el contrario son quienes no obtienen nada… Excepto: desconcierto,
confusión, desesperanza, inseguridad, incredulidad, escepticismo, desconfianza,
de propios y adversarios, y cuando los humanos nos encontramos en ese estado de
aturdimiento e impresión por insuficiente o falsa información, pero casi
creíble, nos paralizamos, no sabemos que hacer, se hacen silencio nuestros
pensamientos y pausados, lentos y eternos nuestros movimientos y decisiones.
Que el Presidente está mal, no
es información suficiente. Que va a vivir o morir, tampoco. Que presidió un
consejo de superministros íntimos, de cinco horas, puede ser, pero si tiene
insuficiencia respiratoria y tiene que escribir para comunicarse, y Jaua dice
que ha empeorado, entonces, ¿por qué no garantizar con reposo su recuperación,
por qué someterlo a ese esfuerzo? A menos que fueran sus últimos tiritos, su
testamento, como dicen en la calle.
Por supuesto, todo tiene su
límite y si no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, tampoco hay
sociedad que soporte el desprecio a su sentido común, su inteligencia y su
capacidad de comprensión y compasión, tanto tiempo y luego de tantas noticias
que nunca fueron y de tanta incertidumbre cubierta con cortinas de humo, mentiras,
amenazas y retaliaciones.
En Venezuela no estamos yendo en
la dirección necesaria ni en el sentido correcto, no vamos adonde deberíamos ir
y además lo hacemos para atrás. El método que escogió la mayoría electoral para
conducir al país, resultó un engaño mayúsculo del cual todavía y por un tiempo
no tendremos plena conciencia, hasta que termine de suceder que esos votantes se
encuentren, por fin, con que el país está en la ruina económica, en desorden
social, en un limbo ideológico, en la más abyecta inseguridad personal y
jurídica, en desesperada carencia de alimentos, productos farmacéuticos,
repuestos, atención médica y con una clase dirigente autoimpuesta, agavillada,
negligente y dependiente de los hechos, fama e historia de otro. En ese momento,
el país reaccionará. No antes.
Entretanto, quienes adversamos
el sistema que nos empobrece y resta calidad de vida, debemos mantener vigente
nuestras aspiraciones democráticas y solidarias, dedicar nuestros esfuerzos a
ser ejemplos de respeto, constancia, creatividad, trabajo, servicio y
paciencia.
No olvidemos que el juego
oficialista es: desconcertarnos. A todos. A la oposición para que no encuentre
cómo hacer para salir adelante y a sus propias fichas para que no piensen, no
vean, no oigan, no huelan, no sientan y hagan y voten por quien ellos digan.
Así es, tristemente.