¡Basta de análisis…!
(Artículo de opinión publicado en la revista electrónica Analítica.com, el miércoles 24 de octubre de 2012)
Es impresionante la cantidad de
sesudos análisis que hemos leído en estos días respecto de las elecciones
presidenciales en Venezuela. Se ha dicho de todo y se han abierto las puertas a
infinito numero de opiniones y juicios sobre lo que sucedió. Cualquier teoría
es aplicable y visible, tanto desde el ángulo de la paranoia, como del abuso
gubernamental. Todos los cuentos y anécdotas que “demuestran” el fraude son
creíbles, todos tienen algo o mucho de verdad. Está claro que la votación fue
secreta y el conteo de los votos, limpio y claro. Lo que no significa que las
elecciones fuesen justas y equitativas. No lo fueron y eso lo sabe todo el
mundo. Dónde estuvo lo sucio, injusto y abusivo, también está claro para todo
el mundo. Algunos se ríen y piensan que el gobierno “se la comió”, que madrugó
a la oposición, que fueron más vivos, que utilizaron todos los recursos a su
disposición y que eso está bien y merecen un premio por haberlo hecho. El fin
justifica los medios, dicen. Otros pensamos que no estuvo bien, que es artero,
desleal, manipulador, injusto, ventajista abusivo y desde luego no democrático. Pero al
final, aquí cada quien entiende el juego político y electoral “democrático”,
como más le conviene y el mejor ejemplo es el propio líder del socialismo de
siglo XXI.
Reconstruir e instituir el juego
democrático justo, balanceado y equitativo, será poco menos que imposible. Particularmente
en un país donde ser corrupto es ser más “vivo”, rápido e inteligente que
otros, donde la justicia es lo que le parezca al jefe, donde las leyes existen
para teñir el papel, donde la Constitución es la prueba de lo fútil y donde
hablar sustituye a actuar, a hacer.
El refuerzo constante de la
prácticas antidemocráticas del gobierno por parte de los militares, los
empleados públicos, los contratistas, los países en contubernio internacional
con este gobierno, el silencio cómplice y temeroso de muchos de los afectados y
desposeídos, así como de los gobernantes de menor rango y de quienes están
encargados de administrar justicia y vigilar por la seguridad del ciudadano,
han traído como consecuencia que nos encontremos rodeados de un claque enorme
que puede ser manejada por las necesidades que se les han creado y las listas
que han engrosado como solicitantes de favores, prebendas, viviendas, ayudas y
derechos adquiridos por virtud de las dádivas de las misiones y otras
modalidades. La actividad frenética de las últimas horas del día de la
votación, arrastrando votantes reticentes en transportes privados, militares y
públicos, gestionados por el gobierno en nombre del partido oficialista y
plasmados en esa actividad de última hora agilizada por la vaselina militar y
el dinero, que llamaron “Remate y Arrastre”, es la mejor demostración de la
utilización de los interminables fondos y recursos del estado y del abuso autoritario
del ciudadano.
Se acabó, si vamos a jugar el
juego de las elecciones, como lo hemos decidido, pues juguémoslo y no nos
quejemos más. Conocemos el adversario y sabemos de sus trampas y marramuncias,
pero si queremos algún día ganar y cambiar la nación, juguemos nosotros limpiamente,
con constancia y dedicación. Nuestro mensaje tiene que ser, todo el tiempo y en
cada momento: nuestro juego es limpio, claro, directo e incluyente. Debemos
hacer sentir a los venezolanos que el respeto, la equidad y la aceptación, son
valores en demanda y no en desuso.