Sube el telón
(Artículo de opinión
publicado en la página 8 del diario El Nacional, el viernes 27 de abril de
2012)
Un famoso actor y autor francés
se interesó por las costumbres y maneras de la sociedad de su época, se metió
con los corruptos, los vicios y los falsos modelos de la sociedad representados
por pedantes, por falsos sabios y por médicos y curas sin escrúpulos. Él, con
sus obras y su trabajo al representarlas, pretendió cambiar la sociedad. La
ironía, el sarcasmo y el buen humor fueron parte integral de sus escritos.
Molière seguía al pie de la letra el eslogan en el telón del teatro: “corrige
las costumbres riendo”.
Siempre hemos oído de
corrupción, venalidad y sinvergüenzura. Nunca se acostumbra uno a convivir con
esas calamidades. Todos los días sabemos de alguien o de algo que se sale de lo
aceptable en la convivencia ciudadana y cae en lo no permitido por las leyes ni
las buenas costumbres y luego se va a otro país. Pasan los años y las cosas no
cambian. Cuando leemos sobre historia y desarrollo de los pueblos, ahí están
las trampas, las ilegalidades e inmoralidades de todo orden en todas las
épocas.
Raras veces aparecen culpables
confesos, al menos no voluntariamente. Quizá bajo la influencia del potro u
otras torturas, se consiguieron confesiones, pero hoy dudaríamos de ellas por
lo cruento del procedimiento y los derechos humanos.
Lo que hemos visto y oído
últimamente respecto del gobierno en Venezuela y los “cómos” del manejo del
poder y la justicia, cosas ya sabidas pero nunca comprobadas, a decir de
fiscales, jueces, magistrados y diputados, se ha hecho patente a través de las
declaraciones de ese juez prevaricador que se considera a sí mismo poseedor de
una trayectoria profesional prestigiosa y que, como no lo midieron con el mismo
metro que él medía y habían medido a otros, decidió poner en práctica su plan
“B” y cantó un bolero larguísimo, muy dramático y absolutamente imperdonable,
en el cual confiesa su irresponsabilidad y su sumisión al poder central, en
suma, su venalidad.
¿Qué va a pasar ahora con esa
información? ¿Servirá de algo?
Aquí nunca pasa nada. Nos
enteramos de todo y no pasa nada. Hemos perdido la capacidad de que nuestras
acciones generen situaciones. No somos capaces de hacer que sucedan las cosas
que queremos, que deseamos, que necesitamos. Estamos sólo pendientes de qué nos
van a dar o quitar y qué nos van a permitir. La impunidad es la norma y guarida
de los delincuentes de cuello blanco.
Ahora entiendo mejor la rabia
del gobierno con los caricaturistas y los humoristas. Sólo ellos son capaces de
cambiar esas malditas costumbres que hoy nos agobian. Sin burlarnos y reír no
llegaremos a ningún sitio, permaneceremos igual. Ese es el legado del
oficialismo del siglo XXI. Da pena y vergüenza sentirnos así, que no podemos
cambiar nada de lo malo y lo bueno es enterrado bajo las heces de la revolución.
¡Qué triste, bajen el telón!