Qué vimos, qué veremos…
(Artículo de opinión
publicado en la página 9 del diario El Nacional, el viernes 17 de febrero de
2012)
El domingo pasado culminó un
proceso que, a todas luces y contra todo pronóstico, resultó exitoso: los
ciudadanos identificados con la oposición escogieron candidatos para las
elecciones venideras. En teoría, todos los candidatos que representen la
oposición lo harán en unidad de intereses, coordinarán esfuerzos en conjunto y
serán la fuerza política que adversará, en octubre de este año y abril del año
que viene, al oficialismo.
Tres millones de votantes en
cualquier elección en este país son muchos votantes juntos y, más aún, cuando
son todos de un bando vilipendiado, descalificado y amenazado. Sesenta y dos
por ciento de votos para un candidato es una proporción muy grande. Las
esperanzas de los votantes les llevaron a ser muchos y a preferir a Henrique
Capriles, eso debemos leerlo con mucho detenimiento.
Tal y como se están planteando
las cosas en Venezuela, ya no seremos más ese país de improvisados e
improvisadores, que resolvemos por la pasión del momento y cambiamos al calor
de los eventos. La estrategia diseñada y aplicada por la mesa de la unidad ha
sido exitosa. Más exitosa aún ha sido la estrategia política y electoral del
candidato elegido, que se las ha ingeniado para estar siempre en la cresta de
la ola. Ambas son dignas de consideración y estudio.
Eso fue lo que vimos: un cambio
radical de estrategia política y electoral por parte de la oposición.
Lo que veremos ahora será,
ojalá, igualmente exitoso. Pero también veremos una tormenta de presiones,
maledicencias, descalificaciones, mentiras y montajes por parte de los
adversarios oficialistas. Preparémonos para una oposición y un candidato
opositor paralelo y para los gritos de “fraude” y la presunción de engaño.
La lucha electoral va a ser muy
dura, el adversario es un enemigo que no da cuartel y que va a defender sus
cuotas de poder e influencia de cualquier manera, por cualquier medio a
cualquier precio. No se trata de una contienda electoral más, no, para nada. Se
trata de la toma de posición política e ideológica más trascendente que hemos tenido
y tendremos en este país. El problema no es la economía (Todavía hay petróleo
para seguir botándolo), ni la sociología (todos queremos lo mismo para nosotros
y nuestro pueblo). El problema es el poder, el personalismo y el mantenimiento
de la complicidad, tanto la voluntaria como la obligada (bozal de arepa).
El chantaje y la manipulación
judicial, así como la utilización de marionetas para la promulgación de leyes y
decretos, deben terminar. Ya la nación no soporta más las incongruencias entre
la constitución y las acciones oficiales.
Preparémonos para un futuro inmediato
de desazones, rabias y maltratos. Aprendamos desde ahora a responder con
firmeza, unidad y solidaridad con nuestros legítimos y verdaderos dirigentes,
elegidos democráticamente.