Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

viernes, 19 de agosto de 2011

Hacemos lo que no queremos

(Artículo de opinión publicado en la página 7 del diario El Nacional, el viernes 19 de agosto de 2011)

En Venezuela, muchas personas hacemos cosas que no deseamos hacer.

Las razones son, a veces, obvias: obligaciones, responsabilidades contraídas, chantajes evidentes, “inducciones” armadas o bajo amenaza. Otras veces no son tan obvias y podrían ser hasta discutibles: chantajes velados, compromisos, complicidades y defensa ante agresiones y maledicencias o evitación de males mayores.

Una de esas cosas que hacemos sin querer, es hablar del gobierno y de sus personajes. Esa descarga emocional es frecuentemente inducida por la propaganda oficialista y nuestra respuesta ha sido la diatriba antigubernamental, rica en emoción, pobre en acción y cuyo único logro es propulsar aún más las figuras y planes oficialistas. Es decir, nos hemos engañado a nosotros mismos.

Tardé mucho en darme cuenta de la cantidad de veces que el líder de la revolución y sus secuaces eran nombrados y se hablaba de ellos, más que lo que ellos se referían a sí mismos. Apenas se avecina algún acontecimiento de importancia en el cual hay una oportunidad mediática para la oposición, aparecen personajes oficialistas o el propio jefe máximo absoluto, insultando, agrediendo, descalificando y asustando a la gente de la oposición y haciéndole sentir al público en general que los opositores son lo más cercano y parecido al diablo, a Judas, a Guardajumo y quién sabe a quién más. Ante la descalificación y degradación social propuesta, los opositores comienzan a defenderse y a desarrollar ataques verbales y a culpar al gobierno de los mismos desmanes que el oficialismo culpa a la oposición. Para el ciudadano del mundo que no esté ducho en el arte de hacer política en Venezuela, se trata de acusaciones gravísimas que en cualquier otra parte traerían como consecuencia: juicios, rectificaciones, cambios en la manera del trato entre pares de la política y revulsión con rechazo profundo por el mal comportamiento de los personajes involucrados. Aquí no. Aquí, aparte de la alharaca producida y estimulada, no pasa nada.

La manera más fácil y barata que tiene el oficialismo de conseguir estar en los medios de comunicación todo el tiempo, en todo momento, es conseguir que hablen de ellos, bien o mal, pero que hablen.

Creo que el respeto que debemos tener por nosotros mismos incluye no tomarnos nada de manera personal, mucho menos la política. Salir a defender lo que sea es importante, pero nunca tanto como para que tal defensa termine siendo un apoyo para el contendor. Tenemos mucho que hablar y decir de nuestras expectativas, ideas, planes y programas para el futuro, para estar perdiendo el tiempo y hacerle presencia mediática al oficialismo.

Ya basta, hablemos de nuestra esperanza. Presentémonos como lo que pretendemos ser: políticos comprometidos con el país, que vislumbramos un futuro promisor y transparente.

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