Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

viernes, 8 de julio de 2011

Propaganda antes que información

(Artículo de opinión publicado en la página 8 del diario El Nacional, el viernes 8 de julio de 2011)

Como muchos ciudadanos, siempre critico al gobierno de turno. Esa actitud de oposición perenne obedece, como casi todo en política, a un sentimiento y a la percepción de la función de servicio público de los demás. Así actuamos una gran cantidad de humanos y por eso los políticos se desviven tratando de conquistar nuestros votos, aceptación y opiniones y, cuando no lo consiguen, nos descalifican con el desprecio, la exclusión y hasta con el encumbramiento de incapaces que sólo resuenan con la aquiescencia, las prebendas y la genuflexión.

Dicho lo anterior, es claro que en principio y por actitud vital no simpatizo con el gobierno actual y menos ahora, cuando es más evidente el desgobierno y cuando se sigue pretendiendo, a punta de propaganda, tapar las cavernas existentes en la administración y gerencia de la nación.

El manejo publicitario – léase propagandístico – de este gobierno en general y del Presidente en particular, siempre ha sido apabullante y con la particularidad de generar dependencias, incógnitas, incertidumbre, inseguridad y la insistente sospecha de la improvisación. Ese modelo no es nada nuevo. Cuando el Vaticano inició sistemáticamente la propagación de la fe en el siglo XVII, lo hizo con la premisa de que “sólo Dios salva”. De esa solución misionera, nació la palabra propaganda. De esa premisa propagandística surgieron también las que hemos estado viviendo desde el 4F del 1992. El “por ahora” de entonces tiene las mismas connotaciones del que pronunciara recientemente en La Habana. En ambos casos no se sabía con precisión los pasos futuros, pero era claro que dependerían de él, únicamente. Sólo él puede gobernar. Dicho por él y por todos sus acólitos. No importa el contenido ideológico del asunto, importa, solamente, que el único capaz es él.

Tristes premisas para un hombre que se dice entregado a la humanidad y a su conducción. Triste para él, que sabe que no tiene sustituto y triste para quienes le siguen, que se saben incapaces e insuficientes para sustituirlo, a pesar de que la constitución y las leyes describen claramente la temporalidad sustitutiva de sus funciones.

Tenemos un congreso que fue sustituido por la habilitante dos veces, a pesar de ser mayoría absoluta oficialista. Tenemos un Vicepresidente que no entra en funciones por ningún motivo. Ambos existen, pero no sirven. El Presidente legisla, el Presidente gobierna, aunque esté inconsciente en un quirófano o convaleciente en una cama. No hay quien le sustituya. Tiene ayudantes, colaboradores, servidores y aduladores, pero no tiene lo esencial en un buen gerente: alguien que lo pueda sustituir.

Es un espectáculo de un solo actor.

La extrapolación de la salvación espiritual a la solución gerencial del destino socio político y administrativo de una nación es una aberración.

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