Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

sábado, 21 de agosto de 2010

Lianas y ofidios

(Artículo de opinión publicado en la página 7 del diario El Nacional, el viernes 20 de agosto de 2010)

Hay algunos fenómenos sociales que aun siendo muy antiguos no nos acostumbramos a ellos y creo que ya no lo haremos, por lo menos hasta el 2012, que es cuando dicen que se va a acabar el mundo, que debería haberse acabado en el año 1000, en el 1900 ó en el 2000. “Fin de mundo” es una expresión que denota que ya no hay nada que hacer, que las cosas llegaron al final. Pero si el mundo no se acabó con la muerte de Cristo y si su resurrección no se acompañó de la nuestra para el juicio final, entonces debemos pensar que las cosas no han ido tan mal, todavía.

Mucho nos queda por andar y mucho tendremos que ver. La admonición cariñosa del Quijote a Sancho seguirá iluminando la esperanza de sucesos que, buenos o malos, felices o terroríficos, habremos de ver.

Así pues, la expectativa de vivir nuevas historias es perenne. No hemos cometido tantos desafueros ni pecados como para que el juicio final se nos acerque, al menos no con la premura que profetas menos optimistas nos quieren hacer ver. Sin embargo, las vivencias actuales han ido modelando nuestras conductas de forma muy especial y no siempre esperanzadora. Pero la duración de tales cambios de conducta suele ser efímera y a veces no alcanzan el paso de una generación. La impulsividad, la estupidez, el revanchismo, la ingenuidad, el interés avieso y la perversidad han sido fuentes inagotables de sufrimiento humano; para contrarrestarla los terrícolas hemos recurrido a cuanta finta posible hemos podido realizar y casi siempre, al desaparecer o disminuir una amenaza, aparece otra y se reactualiza el proceso.
En el lenguaje corriente hablamos de amenazas, chantajes, maltrato y terrorismo, cuando se trata de ellos, y de represión, legalidad, abuso de autoridad y derecho a la defensa cuando se trata de nosotros. En definitiva, usamos los mismos procedimientos con diferentes denominaciones y similar finalidad: dominación.

El hecho es que, a pesar de lo dicho antes, en el mundo estamos viviendo una etapa de “dejá vu”, o como diríamos en criollo: “al picado de culebra lo asusta un bejuco”. Todos creemos saber o al menos intuir, lo que va a pasar y tememos.

Tantas veces hemos vivido lo mismo. Tantas veces hemos sabido que es lo que va a pasar si tal cosa sigue sucediendo. Estamos todos picados de culebra. Todos asustados con las lianas que cuelgan o se arrastran. No aprendemos. Preferimos el disimulo, la mentira, la tergiversación, la ausencia de información, no ver, no oír, no sentir.

No queremos al embajador Palmer porque dijo lo que opinaba de Venezuela a los parlamentarios de su país. No aceptamos el desarme de la población y al contrario, los armamos, porque nunca le van a meter un tiro a una inocente chinita jugadora de béisbol en el estadio del fuerte militar más emblemático del país. Rompemos relaciones con nuestros hermanos porque no nos gusta la forma en que dicen las cosas. Reanudamos relaciones porque sabemos que el pueblo lo pide, pero…¿y los de allá? A esos también los picó la culebra. Allá no puedes expropiar porque no te vendan o no te suplan, o te cobren lo que les debes.

¡Aquí no pasa nada y basta de hablar de la inseguridad!

Los 80 niñitos que asaltaron cuando iban al plan vacacional… Las fotos de la morgue… Las denuncias del general Rivero…

Ofidios venenosos asaltan nuestra paz y los frecuentes bejucos nos impiden la tranquilidad que deseamos. Es un mal terrible y es universal.

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