Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

viernes, 5 de febrero de 2010

Autocensura

(Artículo de opinión publicado en la página 12 del diario El Nacional, el viernes 5 de febrero de 2010)

Admiro a quienes al decir lo que piensan y manifestar aquello en lo que creen, se juegan la comodidad de sus hogares, la paz de sus familias y la vida. No estoy muy seguro de poder hacer lo mismo que ellos. Tiemblo de solo pensar en la cárcel, en que no pueda atender a mis pacientes, en no poder ver a mis nietas o a mis hijos y en la angustia de mi esposa y mi madre por lo incierto de mi porvenir una vez señalado por el dedo acusador de algún político con poder suprajudicial.

Laureano Márquez, Miguel Ángel Rodríguez y los jóvenes estudiantes venezolanos, por su arrojo y valentía han calado en el sentir popular, son también ejemplos de lo que no debemos hacer si queremos mantenernos vivitos y coleando, felices y charlando con amigos del alma y disfrutando de las bondades de la vida familiar y del paisaje.

Por las razones expuestas y otras muchas que también tienen que ver con el miedo, el instinto de supervivencia, la salud y comer diariamente, he decidido practicar, con dolor y vergüenza, la autocensura. No voy a esperar que me la impongan o me la sugieran, que es lo más probable. Me adelantaré al futuro y escribiré y hablaré un lenguaje que sólo pueda ser interpretado en un sentido, por el estricto significado de las palabras, y que aluda a quien tenga que aludir de manera directa y sin ambigüedades ni doble sentido. Mi esperanza será por tanto que ni multen ni cierren el periódico por mi culpa y que no me rueden a mi.

Por supuesto, estamos viviendo el comienzo de una purga intelectual e ideológica, algo que en la historia de la humanidad no es nuevo. Desde la época del emperador Schi Huang-Ti (213 a.C.), el autodenominado “unificador del mundo”, periódicamente, los gobernantes han cercenado el derecho de expresar libremente el pensamiento y han efectuado quemas de libros y otros documentos que recogían las ideas y conocimientos de la época. En el caso del chino del que hablamos, este hizo quemar todos los libros que no tratasen de agricultura, medicina y la profecía, quienes no obedecieron la orden fueron enviados a trabajos forzados construyendo la Gran Muralla y los que osaron conversar o criticar a los gobernantes fueron aniquilados y sus cadáveres expuestos en la plaza pública. Además promulgó un edicto por el cual: “Los que se sirvan de la Antigüedad para denigrar los tiempos presentes serán ejecutados junto con sus parientes…”

Como no sabemos cómo va a ser la cosa aquí, lo mejor es cortar por lo sano y desde ahora: no lo nombraré más, no volveré a decir que todo tiempo pasado fue mejor, tampoco diré que el país está en el dolor, no hablaré de la inseguridad ni del desastre de los servicios públicos, incluyendo la justicia, menos aún de la salud. Pero además, emplearé el espacio de mis escritos para recordarle a los estudiantes que las cuadrillas de prisioneros construyen carreteras a la fuerza, que los libros hay que leerlos rápidamente y circularlos, que la prensa es necesaria, sobretodo en tiempo de crisis moral, política y económica, que las guerras son una desgracia no necesaria pero sí frecuente, que el poder corrompe y mientras más absoluto más corrupto y, por último, en sintonía con el finado Luis Castro Leyba en su memorable artículo “El Gerente de la violencia” (El Universal 20/02/1998), me permito recordar que “…usted no sabe pensar y que lo que piensa no vale la pena pensarse, aunque la fuerza la tenga de su lado hoy, después, siempre.”

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