Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Domingo en ascuas

(Artículo de opinión publicado en la revista electrónica Analítica.com, el lunes 16 de noviembre de 2009)

Para muchas personas, la ansiedad que puede producir el esperar, cada domingo, en ascuas y sentados en el borde de la silla, por el show mediático “Aló Presidente”, con la angustiosa y lapidaria pregunta: ¿que irá a decir hoy…?, trepidando en sus cerebros, es la causa de inquietud e inseguridad más apabullante que han tenido jamás. Para otros es, simplemente, una bufonada más del más exitoso y cautivador embaucador de votantes que hemos tenido en este país. Entre esos extremos: el tomarlo muy en serio, aun antes de que hable y el descalificarlo cuando habla, nos debatimos los venezolanos y muchas otras personas que siguen de cerca nuestro peregrinar político.

Decir y desdecirse es ya costumbre. Que no entendimos lo que escuchamos y que lo que escuchamos no es lo que dijo, y que lo que dijo lo dijo en un contexto que no es el que apreciamos los que oímos lo que dijo, es ya costumbre. Lo que si no es costumbre y llama a la reflexión e invita a mantenernos callados es que el gobierno demandará a quienes interpretaron, repitieron, opinaron o explicaron, lo que dijo el Presidente, fuera del supuesto contexto en que había dicho lo que dijo. Eso si está mal, por que entonces vamos a ir presos muchos y quienes publicaron lo que dijimos. En el caso concreto de lo del apresto de guerra, la sentencia va a ser, según dicen, terrible, pues será de alta traición y por incitación belicosa, etc.

Bueno, así será, ya no podemos hacer nada. Nos veremos en chirona.

El que sí pudo hacer algo y lo hizo, fue el Presidente. Gracias a que se desdijo de lo que dijo el domingo pasado, el Presidente de Colombia se tranquilizó y los colombianos también. Ya lo habían acusado en la ONU, la OEA y con 45 millones de colombianos. También nos tranquilizamos nosotros. Yo, al menos.

Saber que no nos vamos a dar puñetazos con nuestros hermanos colombianos, ni con nadie de afuera, me llenó de paz y contento. Puede que entre nosotros tengamos algunas escaramuzas, dientes rotos y uno que otro ojo morado, pero es y será entre compañeros separados por pasiones y prontos a reconciliarnos, pero, ¿con los demás, con los de afuera? qué va, eso sería rabia y reconcomio para siempre.

Venezuela, desde su independencia, ha sido varias veces objeto de invasiones, sólo una por extranjeros: cubanos fidelistas. El resto han sido venezolanos. Cuando la invasión de los cubanos, que fueron rechazados con un mínimo de alharaca, nuestros siempre gloriosos defensores militares lograron sus objetivos y la patria, cuyo agradecimiento debería ser eterno, olvidó pronto y de tal manera, que, hoy día, esos invasores son nuestros mentores militares, los asesores de deportes, de educación, de alimentación, de salud y asistencia en enfermedad, de política y de seguridad presidencial y nacional, nada menos. Es el más patente caso de invasión “pacífica” que conozco. Hemos sido invadidos con anuencia y apoyo gubernamental.

Los americanos del norte, los franceses y los españoles, tuvieron una influencia importante en el desarrollo de nuestro país. Los ingleses, más aún, pues hasta mandaron tropas para luchar en nuestra independencia. Muchas de nuestras costumbres y maneras de educar, hacer negocios, explotar las riquezas naturales y dar asistencia médica, fueron fuertemente influenciadas por las culturas más avanzadas, en su época, de Norteamérica y de Francia y España. Los españoles jugaron un papel muy importante en el desarrollo de la ciencia médica y quirúrgica de la Venezuela de 1936 en adelante, tanto como lo habían hecho los franceses en los anteriores cien años. Nuestra guardia nacional fue producto de la asesoría de la guardia civil española. Muchos de nuestros jóvenes se formaron en los EE.UU., tanto en sus universidades como en sus academias militares. Pero a pesar de la cercanía y de los nexos entre los venezolanos y esos países, nunca me sentí invadido, ni en peligro de guerra. Hoy, sí lo siento. Es más, siento que se nos quiere utilizar como la entrada a la América del Sur, la pica en Flandes del castrismo, el pedazo de playa para la invasión. Lo que no logró Fidel inicialmente en Venezuela ni el Ché en Bolivia, lo están logrando por el método Chávez.

Mi pregunta es: ¿quién es el traidor: yo, que no quiero guerra alguna y busco la paz con vecinos allegados y distantes o aquel que está lubricando con petrodólares, represión e imposición, una supuesta revolución que no ha cambiado nada y tiene arriba a quienes estaban abajo y abajo a quienes seguirán estando ahí para siempre, por que no hay cabida en la “revolución” para quien no esté con la camarilla gubernamental?

Lo mejor que hemos tenido los venezolanos desde que somos República, es que nos dimos a los de afuera, nos regamos por Suramérica, nos enterraron como libertadores y héroes universales a todo lo largo y ancho de la Gran Colombia Bolivariana y a los colombianos igual. Desde Paria en Venezuela hasta Bermejo en Bolivia, la tierra se regó con sangre sin distingo de nacionalidades. No va a ser ahora, después de viejos, doscientos años más tarde, que nos vamos a alebrestar y guindarnos por cuestiones que deberían ser solucionadas con el sólo y único expediente de respetarnos como naciones hermanas, capaces, libres, independientes y con los mismos intereses sociales, económicos y espirituales. Los momentos en las vidas de las naciones no definen sus sentimientos ni tampoco sus carencias. Más que críticas y descalificaciones lo que merecen nuestros hermanos y nosotros también, es colaboración, ayuda, apoyo moral y económico, respeto a nuestras decisiones políticas, ideológicas y religiosas y tratar de buscar un camino común que nos una aún más y represente para el futuro la grandeza del esfuerzo conjunto por ser mejores.

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