Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

viernes, 2 de octubre de 2009

Antojos sanitarios

(Artículo de opinión publicado en la página 9 del diario El Nacional, el viernes 2 de octubre de 2009)

La ligereza e inconstancia con que están siendo tratados los problemas de salud de los venezolanos no tiene excusas, ni perdón.

Los sacrificios y la infatigable pasión de nuestros antecesores médicos, generadores del esfuerzo que significó la lucha contra las enfermedades tropicales, la desnutrición y la mortalidad infantil, así como la atención de emergencias y la prevención de enfermedades, resultaron en tranquilidad para las familias venezolanas, que no se vieron tan afectadas como antes por los flagelos de las muertes prematuras, el escaso rendimiento escolar y la desesperación por la escasez de atención médica calificada.

Ciertamente, la aspiración de tener un servicio de salud completo, universal y asequible, no se logró, pero el esfuerzo se venía haciendo y cada vez tomaba más fuerza la inclinación hacia mejores sistemas de salud. Vimos muchos proyectos. Varias veces sentí desesperanza al ver estancadas las propuestas de sistemas de salud, tanto privados como públicos que, finalmente, encontraban el escollo de leyes inadecuadas, falta de voluntad política o, simplemente, roces con intereses inconfesables. Pero, poco a poco, se iba ganando algo y el gremio médico, que se presentaba como sólido y organizado, estaba sensibilizado.

Súbitamente, todo cambio. Lo que estaba regular fue abatido, lo que estaba bien también. Lo malo permaneció y se le añadió un sistema de atención de salud importado, con personal medianamente calificado, extraño a nuestra idiosincrasia y más proclive a fomentar la discusión política de corte marxista leninista, que la prevención y lucha contra las enfermedades endémicas y la atención en salud y enfermedad en general. Ese nuevo sistema, aplicado con el aval y apoyo de parte del gremio médico, estableció un serio precedente de utilización de mano de obra importada, supuestamente calificada y barata, para la atención de enfermos en zonas empobrecidas y de alta peligrosidad, mientras los médicos venezolanos se negaban a hacerlo, con razón y derecho, hasta que el estado asumiese su papel de gestor de los derechos de los venezolanos y garantizase el adecuado ejercicio de la medicina en esos lugares.

Paralelamente se toleró y se estimuló el deterioro de las instituciones de salud y hospitales del Estado, llegando hasta los niveles que hoy tristemente conocemos.

La descalificación del gremio médico venezolano trajo como consecuencia el irrespeto y la agresión directa a los médicos y la invasión del recinto de salud que representan los hospitales y, por tanto, la seguridad del paciente y del equipo de salud se han visto seriamente amenazadas.

Para algunos colegas emigrar ha resultado una posibilidad de ejercer su vocación y llevar la herencia de los buenos y valientes médicos venezolanos a otros grupos humanos. Para otros, la esperanza de salvación de nuestro quehacer profesional, aunque magullada, todavía existe, pero no es alimentada con la debida diligencia por parte de los gobernantes del país.

¿Quién sabe que se le va a ocurrir ahora a quien, después de diez años, ha descubierto lo que todo sabíamos: que los planes de salud gubernamentales son un rotundo fracaso?

¿Qué veleidad se le antojará ahora? ¿Seguirá apreciando con ligereza e inconstancia las necesidades reales de salud de nuestro pueblo? Obviamente, nadie lo puede ayudar. Él cree que es el único que sabe lo que hay que hacer y cómo hacerlo.

¡Qué lástima!

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