Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

viernes, 15 de mayo de 2009

Los domingos

(Artículo de opinión publicado en la página 13 del diario El Nacional, el viernes 15 de mayo de 2009)

Hasta hace poco los domingos eran esperados con expectativa y ansiedad. No sólo son el día de nuestro Señor (Del latín domine, señor) y por tanto objeto de la mayor devoción cristiana, también son, históricamente, un día de asueto y desenfado. Ropa limpia, bien planchada, agua de colonia, recogimiento espiritual y posible cortejo amoroso, eran atractivos dominicales. Almuerzos familiares, visitas, conversaciones interesantes y bolas criollas en la mañana y dominó por la tarde, llenaban el ocio forzado del descanso semanal.

La vida moderna en su acelerada vorágine ha empobrecido en los últimos años la paz dominguera. Los centros comerciales y otros negocios abren los domingos. Para algunos el descanso dominical se ha convertido en el momento de adoración del consumismo. Para otros es el momento de la distracción lúdica con las loterías y los caballos o de los excesos alimentarios y etílicos. Para muchos, el deporte se impone en su agenda dominguera: criollitos, béisbol, fútbol, fórmula 1, tenis, natación, etc.

Pero lo que definitivamente ha cambiado la paz y el derecho al descanso y al pensamiento altruista que acompaña a la devoción espiritual, ha sido la abundancia de momentos difíciles que nos ha brindado la democracia con los chismes de los comentaristas políticos y las tiradas socio-político-culturales-científico-religiosas del líder popular que ejerce la posición mediática más importante de este país, por ser dueño y señor del 90% de los medios de información que utilizan el espectro radioeléctrico y la letra impresa. Ahora todos los días son iguales.

Se nos acabó la paz. Hay quienes siguen esperando, con buena fe y durísima lealtad, que Chávez les lleve al nirvana de felicidad tantas veces prometido y cada vez más lejano. A algunos nos recorre un friíto por el espinazo cuando le oímos sus diatribas dominicales. Otros, a quienes ya nada les importa, han hecho del aislamiento su cascarón protector, su celda de penitencia perenne por no intentar cambiar las cosas.

No son Globovisión ni RCTV o El Nacional, quienes me desgastan y soliviantan, es la tergiversación constante, la mentira, la descalificación y el autoritarismo desesperado y humillante que ejerce el hombre que fue elegido por los venezolanos para que les trajese paz, estabilidad, seguridad personal, social y laboral y reorganizara el país según dicta la hoy desconsiderada Constitución del 1999.

Asumir el papel de arbitro del qué, del cómo, del cuando y del por qué, de la información es algo más que una intolerable falta de respeto, es una ofensa y una humillación colectiva. Es una plancha de hierro que nos quiere mantener aplastados contra el duro piso de la desinformación, de la monotonía ideológica y pendientes de una camarilla política, verdadera oligarquía gubernamental y mediática, para quienes los ciudadanos somos, únicamente, adoradores monotemáticos de un iluminado con ínfulas de pastor dominguero.

Prefiero un medio de información desproporcionado, altisonante, truculento y libre, que mil medios controlados, dependientes de una sola fuente de información oficial, cautelosos en la noticia y atados de manos y pies ante los sucesos evidentes.

Estar informado sólo debe depender de mi, yo escojo quien me informa y de qué me quiero informar, no es función del estado decidir por mi, ni escoger lo que debo conocer, cómo lo debo conocer, cuando lo debo saber, ni por qué debo saberlo.

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