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viernes, 29 de mayo de 2009

El papel de la Constitución

(Artículo de opinión publicado en la página 9 del diario El Nacional, el viernes 29 de mayo de 2009)

Me ha tocado sentir las tensiones y angustias que se generaron durante la discusión y redacción de las dos últimas constituciones de este país. Ciertamente, la última, la del 2000, fue la más angustiosa y estresante. Recuerdo con desagrado como todos los días, durante el período que sesionó la Constituyente, vivíamos intensamente los exabruptos, extravagancias y absurdos planteamientos que con frecuencia se filtraban a la calle. Desde el tratamiento discriminado para las profesiones según se tratase de hembras o de varones y las redundantes especificaciones de género, como si el español no fuese un lenguaje práctico y suficiente, hasta las proposiciones ideológicas de corte socialista, que, por cierto, fueron bien recibidas por la mayoría de los venezolanos, aunque aquellas propuestas limitativas de derechos personales y colectivos y las consideraciones que respecto de la propiedad privada se hicieron, no fueron recibidas con tanto agrado por un alto porcentaje de la población.

Finalmente, la Constitución fue sometida a votación popular y aprobada. En el episodio de su aprobación jugaron un papel muy importante factores tales como la redacción de la pregunta, el Registro Electoral Permanente y otras argucias que no quiero recordar, pero que forman parte del arsenal de trucos para el manejo oficialista de las fuerzas electorales.

La nueva Constitución significó para mi la lectura detenida y meditada de lo que considero es el instrumento jurídico de mayor relevancia y más fácil acceso por parte del ciudadano. De hecho, las leyes, reglamentos y normas son miles y cada vez más, pero La Constitución, siendo una, es la referencia obligada de todo ciudadano y, más aún, del Estado y por ende de los gobernantes de la Nación. Ese es el papel de La Constitución. Al menos eso pensaba yo. ¡Pobre de mi, inocente e ingenuo ciudadano, hoy esquilmado y a punto de ser sacrificado!

La Constitución resultó, según el gobierno, o mejor dicho, según Hugo Chávez, insuficiente e inadecuada y decidieron cambiarla. Hicieron unas propuestas que fueron rechazadas por esa mayoría de venezolanos que creen que La Constitución debe ser nuestra Carta Magna, es decir, el listado equitativo y perdurable de nuestros derechos y obligaciones.

Ahora, sin ambages, disimulo, ni vergüenza, la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo de Justicia, el Consejo Nacional Electoral, el Defensor del Pueblo, el partido de gobierno y Hugo Chávez, agavillados y contestes, sin rubor alguno y sin que les tiemble ni un músculo de sus pétreos rostros, han cambiado La Constitución en aquellos aspectos que fueron específicamente rechazados por el pueblo y, a otros artículos no considerados con anterioridad, simplemente, sin el más mínimo remordimiento, no los toman en cuenta.

Todos los días aparecen nuevas denuncias de violaciones a la Constitución. Todos los días se nos revuelve el hígado con el espíritu, y la ira y la decepción colman nuestra expectativa futura. Todos los días nos damos cuenta de que el papel que siempre creímos que jugaba La Constitución en la vida de las venezolanas y los venezolanos, era equitativo, justo, primordial, único y mandatorio y ahora sabemos y lo vivimos diariamente, que ya no es así.

La verdad es que nuestra Constitución, hoy por hoy, no vale ni el papel en el que está impresa. Pero lo más grave es que no hay quien la defienda, ni quien la aplique.

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