Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

viernes, 3 de abril de 2009

Me pregunto…

(Artículo de opinión publicado en la página 10 del diario El Nacional, el viernes 3 de abril de 2009)

En Venezuela, no hacerse preguntas es imposible, tan imposible como obtener respuestas. Los contrasentidos e incongruencias se suceden rápidamente. Los desaguisados son la regla. El silencio cómplice es evidente. La protesta callada es usual. La presunción de un futuro de privaciones e inequidades es ubicua.

Convivir con semejante lista de agravios es una tarea titánica que exige un desprendimiento magnífico o una desidia profunda. La prudencia no es explicación suficiente, el miedo tampoco y la cobardía menos.

El gobierno ha venido introduciendo, poco a poco, su concepto de socialismo a la moda del siglo XXI. Está claro que nos han impuesto ideas y actitudes políticas, sociales y económicas que, al menos a la mitad de los venezolanos, no nos gustan y las hemos rechazado.

Esos cambios no nos gustan por varias razones: (1) los entendemos como contrarios a la Constitución; (2) no son coherentes con el concepto de democracia; (3) son, en su mayoría, improvisaciones; (4) están teñidos de envidia, rabia, soberbia, revanchismo y reconcomio; (5) generalmente, son cambios innecesarios o superfluos y hasta perjudiciales para la sociedad y la economía, que son presentados como corrección a situaciones diabólicas y (6) se establecen sin ningún tipo de consulta previa, popular o especializada.

Así pues, al igual que usted, amigo lector, seguiremos preguntándonos, por ejemplo: ¿En virtud de cual principio o ley se puede legislar o decretar en oposición a lo estipulado por la Constitución? Tales son los casos de la centralización, que es opuesta a lo que dicen el artículo 4 y el 6, la inhabilitación de los derechos políticos que sólo pueden ser suspendidos, como dice el artículo 42: “por sentencia judicial firme”, y las acciones contra el apartado 10 del artículo 164 que establece: “Es de la competencia exclusiva de los estados: La conservación, administración y aprovechamiento de carreteras y autopistas nacionales, así como de puertos y aeropuertos de uso comercial, en coordinación con el Ejecutivo Nacional.”

Pareciera que la Constitución sirve como modelo y guía para aquello que, según el gobierno, no debe ser.

Si a ese maltrato a la Constitución le añadimos la farsa representada por las mentiras y tergiversaciones que hemos escuchado de boca del Presidente, desde que era candidato presidencial, tendremos la pintura de un gobernante y un gobierno falaz, sin rumbo definido. Muy semejante al de Cuba desde mediados del siglo pasado, con un Fidel Castro que, hasta 1961, no se declaró comunista y que perfeccionó su autoritarismo en los años 90, cuando entregó la gestión y administración de las principales empresas comerciales, turísticas e industriales a los militares, a cuya cabeza estaba y está Raúl Castro.

Hay paralelismo entre Venezuela y Cuba. Ambos vivimos un presente militarista, desconsideradamente antidemocrático y brutalmente retrógrado en aspectos tales como la previsión social y de salud, la libertades civiles, la seguridad personal y pública, la estabilidad y respuesta legal adecuada y el derecho a la información.

Nos seguiremos preguntando y seguiremos sin respuestas, pero mis preguntas y las suyas, amigo lector, también terminarán haciéndoselas quienes deberían contestarlas hoy. Algún día, no muy lejano, las respuestas que obtendrán ellos serán contundentes, directas y dictadas por un juez penal. Es mi más ingenua y moderada expectativa.

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