Sitio virtual donde se archivan los ensayos periódicos que escribe Álvaro G. Requena, sobre la situación política, social, económica y de salud en Venezuela.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Ni UNASUR, ni EE UU, ni na’

(Artículo de opinión publicado en la página 11 del diario El Nacional, el viernes 19 de septiembre de 2008)

Los tratados internacionales son un compendio de las necesidades y propuestas de muchas personas y de muchos pueblos, que además se comprometen a cumplir con lo pautado y le exigen a los organismos internacionales que generaron la discusión y la plasmaron en el documento, que vean por su cumplimiento y exijan a las naciones suscriptoras que se respete el tratado.

Esa es la teoría. En la práctica es diferente, pues como todos saben, unos países son más iguales que otros y luego existen los vetos y finalmente las razones de estado. El resultado es que hay genocidios, guerras por territorios invadidos o por evitar que los invadan, programas nucleares y de armamento, abierta protección a terroristas y guerrilleros , injerencia en asuntos internos, hambre, inseguridad, etc. La lista es larga, tanto como la de tratados, mandatos, cartas magnas y constituciones, que hay en el mundo. Esa es la paradoja de la humanidad; la ley del embudo, lo estrecho para ti, lo ancho para mi. Todo al final se acomoda a los intereses de quienes tienen el poder o lo pueden tener en breve plazo. Así ha sido, así es y así seguirá siendo.

Los países que más rápido aprenden el juego son aquellos comandados por líderes belicosos, desconsiderados, pagados de sí mismos, de reacciones viscerales e impulsivos, medio obtusos, tercos y de conciencia elástica, que no dudan en culpar a otros y en hacer sentir la responsabilidad de hacer entrar a los demás en la razón de su aspiración y conveniencia, a la fuerza o por imposición “legal”.

Casualmente, hoy se cumple un aniversario más de la primera publicación, en 1796, del discurso de despedida de George Washington, primer Presidente de los EE.UU. Entre las muchas y muy importantes cosas planteadas en ese escrito, están: su apoyo al sistema de gobierno federativo y descentralizado, su apreciación del peligro de la política partidista y las posibilidades de influencias extranjeras a su través, el énfasis en la religión, la moral y las buenas costumbres, la clara y perentoria necesidad de cubrir las necesidades públicas y de ahí la necesidad de pagar incómodos y hasta desagradables impuestos, la conveniencia de no establecer alianzas permanentes con ninguna nación extranjera y su temor a un estamento militar desproporcionado y poderoso. Finalmente, Washington recuerda a sus conciudadanos que: "Mantengan la buena fe y justicia hacia todas las naciones. Cultiven la paz y la armonía con todos.”

El pensamiento de Washington, como el de Bolívar, trasciende sus acciones y su época. Sus conceptos fueron importantes en su momento y de absoluta necesidad hoy. El hombre actual no puede ser un humano reactivo, visceral, pendenciero, depredador, dominante y controlador, tampoco sumiso, temeroso, resignado, manso y manejable. El hombre actual, libre y generoso, tiene que ser luchador y solidario, debe dirimir sus diferencias por la vía de la razón y el respeto, y apoyar al débil en su desarrollo sin hundir al adversario por envidia o por el ejercicio del poder y debe exigir de sus gobernantes probidad, eficiencia, justicia y equidad.

El respeto a otras naciones, a su desarrollo y vicisitudes, es primordial. Pretender que somos o podemos ser árbitros políticos y sociales de otros países es inicuo, tanto como repartir el dinero de los venezolanos para las campañas políticas de otros gobernantes en otros países o de nuestro propio gobernante.

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